DESPUÉS del no rotundo del Banco Sabadell a la oferta de absorción por parte del BBVA, el mercado ha reaccionado conforme a lo esperado. Las acciones de la entidad que aspiraba a la compra han ganado en torno a un 2% mientras que las de la compañía renuente a ser vendida se han resentido un 1%. Se diría que los inversores, que en las jornadas anteriores apostaron por la fusión haciendo crecer la valoración de la corporación pretendida y bajar las de la afincada, siquiera nominalmente, en Bilbao, han castigado la operación fallida. Sin embargo, todavía es demasiado pronto para dar por finalizado este episodio. La mayoría de los analistas coinciden en que el banco presidido por Carlos Torres aún tiene margen para mejorar la oferta inicial e, incluso, planteado el escenario más duro, para aventurarse a una OPA hostil sobre la firma teóricamente catalana con sede social –un dato que no carece de importancia– en Alicante.

En este sentido, es llamativo que el soberanismo catalán, comenzando por el candidato a la presidencia de la Generalitat Carles Puigdemont, haya celebrado la negativa del Sabadell a la fusión calificándola como “acto de resistencia”, del mismo modo que también la vicepresidenta segunda del Gobierno español, Yolanda Díaz, considerase “una buena noticia” el rechazo a la oferta del BBVA. Al margen de cualquier otra consideración, ambas declaraciones no pasan de lo efímero y lo testimonial. Como ya se ha consignado, el no inicial de la compañía tentada podría ser la antesala de un sí a un incremento de la cantidad ofertada de partida o, en segundo término, a una acometida no amistosa del banco pretendiente.

La lógica del negocio bancario en los últimos treinta años ha discurrido por la senda de las concentraciones sucesivas y acumulativas como única forma de mantener la competitividad. Como se está subrayando en los últimos días, si en 2009 había 57 bancos o cajas de ahorro importantes en el Estado, hoy la cifra se ha reducido a apenas 10, con la desaparición de entidades de referencia, por lo que nos toca más de cerca, como Caja Navarra. Y, como botón de muestra, no hay que olvidar que, en su día, el propio Sabadell se hizo con el Banco Guipuzcoano. Parece cuestión de tiempo que la absorción se consume.