El pasado jueves, sobre las 19.00 horas, las alumnas (y algún alumno) de la Asociación Ballets Olaeta se atrincheraron en el tercer piso del Colegio Escolapios. Sus rostros destilaban emoción, nervios, expectación. Y es que están al filo del estreno de M Eme M (Mari Emakume Mitologikoa), el ballet que interpretarán mañana sobre el escenario del Teatro Arriaga. Ese fue uno de los últimos ensayos antes de la puesta de largo. Para muchas, como la pequeña Elene González, de tan solo 8 años, la de la hoy será su primera función en la plaza bilbaina. Ella es una de las seis bailarinas que encarnan una etapa vital de Mari, la eterna Dama de Anboto y reina indiscutible del Olimpo vasco.

Basado en una idea original de Jon Maia, el espectáculo de danza se vale del universo mitológico vasco para reivindicar el papel de la mujer en el mundo, un rol marcado por la desigualdad y las trabas de las que el movimiento feminista –cuyo pensamiento atraviesa toda la obra– lleva más de un siglo intentado despojarse. De manera paralela, las de Olaeta también representarán Lau Urtaroak, pieza que presenta a las cuatro estaciones como las cuatro etapas de la vida. Así, la primavera simboliza la infancia, juguetona y alegre; el verano la juventud, fuerte e impetuosa; el otoño la madurez, serena y elegante, y el invierno la vejez, sabia y socarrona.

“En esta academia hay siempre esta tensión, la del ultimátum. El día de la actuación es cuando mejor salen los ensayos”, confiesa Uxue Ortueta. Como Elene, ella representa una versión de la diosa. “Yo soy la pequeña. Estoy con los maitagarriak y los iratxos, unos espíritus y unos duendes que están en el bosque”, apunta Elene. Las bailarinas más mayores de la compañía completan su discurso explicando que el personaje de la pequeña cristaliza el despertar de la diosa (y de la figura que representa, la mujer) en el bosque, donde está rodeada de amigos mágicos y vive una infancia alegre y sin preocupaciones.

Lierni Pascuas, por su parte, toma el relevo a Elene para ponerse en la piel de una Mari preadolescente. “Descubre que, además de haber seres mitológicos, también hay personas normales, sin poderes”, precisa. A su vez, esta diosa es, según Uxue, “más naturalista”. “Se sitúa en un escenario más brillante, más de primavera. Tiene esa felicidad que te da la juventud”, apostilla Alaia Errazkin, “la joven que se está enamorando” y conociéndose a sí misma. “He pasado de ser una niña que juega en los árboles a, de repente, ser la pura adolescente”, detalla.

La dulzura y los escenarios bucólicos se pulverizan con Marta Ocamica, “la Mari oficial”, la diosa omnipotente, la dueña y señora de Euskal Herria. “Empiezo a tener ese poder de control. Digamos que yo manejo al hombre y soy una mujer empoderada que pone orden”, describe la bailarina. En ese sentido, la diosa va tiñéndose de oscuridad y erigiéndose en la sacerdotisa que preside los akelarres. La transformación no agrada a algunas personas, que creen que la antigua niña dulce e inocente posee demasiado poder. Y el desagrado se convierte en represión. “Ha pasado muchas veces a lo largo de la historia, se han querido quitar de en medio a las mujeres empoderadas”, apunta Uxue, que representa a una Mari perseguida por la inquisición. Eso sí, esta diosa tiene herramientas para defenderse. “Manejo conjuros, tengo esa visión más intensa”, detalla.

Pese a sus esfuerzos, la dama acaba convirtiéndose en presa del tribunal eclesiástico. Pero aún entre rejas, la diosa resiste. O, más bien, su esencia vive en todas y cada una de las mujeres. “Cuando se cree que Mari está acabada salgo yo”, interviene Alaitz Etxeberria. La joven interpreta a la mujer de hoy en día, una mujer libre que “va a su rollo” y representa el ritmo frenético de la ciudad. El frenesí se cristaliza en un tipo de danza más moderno, “del siglo XXI”.

Esta, y las cinco restantes, construyen las diferentes facetas de la mujer. “Puede tener fuerza, es curiosa, se enamora de una manera bonita, tiene poder… así es como lo veo yo”, expone Alaitz. Su compañera, Uxue, añade que la obra, además de hacer un repaso de la mitología vasca, cuenta una historia interminable, una crónica que han protagonizado distintas mujeres a lo largo de la historia. “Representa la vida de la Mari mitológica, pero el personaje está muy vinculado con la vida cotidiana de las mujeres”, concluye.