Como todos los lunes del año, ese 26 de abril del año 1937 Gernika celebraba un mercado. En el frente los gudaris trataban de eludir las mordidas del enemigo, pero en la villa la vida transcurría en una relativa normalidad. Una calma chicha que terminó abruptamente cuando la aviación nazi descargó sobre los gernikarras un mínimo de 31 toneladas de bombas que segaron en el acto las vidas de 1.654 personas, un tercio de los 5.000 vecinos que habitaban en ese momento la localidad vizcaina. Los ecos de los explosivos resuenan ahora en la Bienal de Sydney, donde el dúo artístico formado por Iratxe Jaio y el neerlandés Klaas Van Gorkum exhibe una instalación artística sobre el bombardeo nazi de Gernika. En una entrevista recogida por la agencia Efe, las autoras señalan que la obra recoge el legado de un horror que aún tiene “una actualidad terrorífica y lamentable”. 

La instalación parte del cuadro Le Drapeau Noir (Bandera negra), pintado por el surrealista francés René Magritte en 1937, poco después del ataque. Perpetrado por la Legión Cóndor en el marco de la Guerra Civil, destruyó casi la totalidad del municipio. El bando sublevado, instigador de la masacre, evitó depurar responsabilidades y achacó el bombardeo al ejército republicano que, según la versión de los franquistas, lo habría premeditado con fines propagandísticos. 

Este hecho explica el nombre de la instalación. De acuerdo con Jaio, Bandera Falsa es el término que describe a la atribución engañosa sobre una operación militar que hace un bando a sus enemigos. La instalación, sin embargo, no pone el foco de manera única en la acometida nazi. También hace referencia a los nuevos avances en materia militar (los drones) e incluso a las herramientas digitales para distorsionar la realidad, que el régimen de Putin emplea a discreción en el conflicto de Ucrania. Todas estas materias se traducen en la obra de Jaio y Van Gorkum en las esculturas de aviones blancos que hacen un guiño a las aeronaves que pintó Magritte: “En el lienzo se ve cómo el avance tecnológico supera al paisaje: ya no son un obstáculo para poder acabar con el enemigo, incluso sin mirarle a los ojos”, explica Jaio. Insiste, a su vez, que este tipo de arte es una aportación a la memoria histórica que interpela al espectador advirtiéndole “de los errores de la humanidad”. Asimismo, Bandera Falsa aúna imágenes de la cordillera vasca con una banda sonora que reproduce los gritos de los gernikarras que ese día estaban a punto de perder la vida. Completa, según sus autoras, “una suerte de lista forense de las partes del cuerpo que se ven el Guernica de Picasso”. 

Los aviones, los sonidos y las imágenes que evocan montes son las diferentes partes del cuerpo “de una especie de monstruo”. Así definen la vasca y la neerlandesa su instalación, que apuesta por revisar la memoria histórica a través de lo sensorial. Esperan que la obra –gestada antes de los conflictos abiertos en Gaza y en Ucrania– acerque a la gente el horror de los bombardeos sin desmerecer el trabajo de los corresponsales de guerra: “Uno de los momentos más importantes de aquel evento (Gernika) fue que había corresponsales extranjeros para contar internacionalmente lo que había ocurrido”, precisa la creadora vizcaina.

Bandera Falsa se expone en la 24ª edición de la Bienal de Sydney, que se desarrolla bajo el lema Ten Thousands Suns –Diez mil soles– entre este mañana y el próximo 10 de junio. La exposición de la obra ha sido posible gracias al programa Zabal, que impulsa el Instituto Etxepare del Gobierno Vasco, y la colaboración de la agencia de arte contemporáneo Artigenium, dirigida por Lourdes Fernández, ex directora de ARCO.