ESCUCHEMOS los versos de Esteban Calle Iturrino, un poeta vecino de Bilbao. “Es, de las siete hermanas la primera –como alfange– Somera: vino, canción y sombra.” Así está considerada la calle Somera, primogénita de una villa. Los libros de historia así lo sostienen. Es la primera de las Siete calles de la primitiva urbe bilbaina, amurallada, lo cual se advierte por la curvatura que hace esta calle, que nace en La Ribera, frente a San Antón, al llegar en su parte final, al Portal de Zamudio o puerta de la muralla en tal paraje.

¿Qué no habrá visto esta calle que hoy sobrevive al polvo de los tiempos..? Antes de sumergirnos en la actualidad viaje el paseante de las Siete Calles medievales hasta Somera. Su nombre indicaba que era la calle de arriba. La parte trasera de sus edificios se integraba en la muralla que circunvalaba aquel primer Bilbao A su entrada se enclavaba la torre de Tristán de Leguizamón del de 1320. El rocoso edificio empalmaba con los muros de la Iglesia de San Antón, en donde tenían las capillas de Santa Catalina y de la Dolorosa, identificadas por las armas de su linaje, tres franjas horizontales. La torre fue construida, según el historiador Julián de San Pelayo, en 1320. Solía llamarse el Alcázar, por su proximidad al Castillo que había en el lugar donde actualmente está la iglesia de San Antón.

En los días de las guerras de banderizos, Diego Pérez de Leguizamón acaudilló; a fines del siglo XIII, a los del bando gamboíno. Cuando tenía treinta años, murió degollado, víctima de una emboscada, pero sus hijos le vengaron, incendiando y matando a un buen grupo de los enemigos, quienes no tardaron en masacrar a los Leguizamón en su propia torre. Sangre en la torre.

Tristán de Leguizamón fue comendador de la orden de Santiago, Gentilhombre de Cámara del Emperador Carlos V, capitán de lanzas de las guardias españolas en Italia y portaestandarte del municipio en los alardes de la Villa. Se distinguió especialmente en la esforzada defensa de los límites jurisdiccionales de la Villa, los cuales, fueron impugnados por las anteiglesias circundantes, acabando éstas por triunfar y reducir a Bilbao a la zona conocida como El casco Viejo, entre la Ría y las laderas de Artagan. Al final de la calle Somera, próxima al Portal de Zamudio, la torre de Domingo Ortiz de Zornoza. Con posterioridad se utilizaría de cárcel y Paso Real o Alhóndiga de la Villa, propiedad de Domingo Ortiz de Zornotza. En 1942 esta casa-torre fue transformada en casa de vecindad.Hablamos, ya ven, de dos familias del más antiguo linaje de Bilbao.

Cientos de años después, algunas de las fachadas de Somera, desgastadas y descoloridas por el paso de los años, saben de los conciertos del viejo guitarrista ciego Leloup a primera hora de la tarde o de aquellos tiempos en los que solamente existían dos tabernas; la de Boyero y la de Castrejana, con más carácter de casa de comidas que de tasca txikitera. En esta última tenía establecido su campamento base Penetre, Bonifacio Santamaría, un conocido bilbaino chirene.

En Somera moraban el mayorazgo don Francisco de Zumelzu, las familias de los Egias, Bergaretxe, Mazarraga, Salcedo y otras; los comerciantes Sebastián de Loizaga y Fernando de Uriarte y algunos sacerdotes y abogados. El que probablemente haya sido el mejor músico de Bilbao de todos los tiempos, Juan Crisóstomo de Arriaga nació en el número 12 de Somera en 1806 y conoció parte de lo que les cuento. Con tan sólo 13 años compuso su primera ópera, Los esclavos felices, en el Conservatorio de París. Lamentablemente, su vida fue corta.

Somera elevaba su rango merced al Café Madrileño, que subsistía a últimos tiempos, con entrada también por Ronda y muy cercana al Portal de Zamudio. Poco a poco la calle fue siendo tomada por el pueblo. Florecieron restaurantes de renombre como Bikandi o el Ariatza. A mediados del siglo XX era tierra de poteos y poco a poco fueron mezclándose los txikiteros con las tribus urbanas. Unos, los primeros, se fueron a los libros de Historia, y las tribus del último tercio del siglo XX se difuminaron. La calle, con forma de arco de ballesta, entró en deeclive. Entre los años diez y veinte del siglo XXI la calle fue poblándose de trapicheos y delincuencias, hasta que los vecinos y comerciantes de la zona se han levantado en armas de protesta. A nadie le importa ya que subsista un edificio del siglo XVII y que allí naciesen, además del nombrado Arriaga, el escultor Higinio de Basterra y Berástegui o, ya en el siglo XX, el singular Arturo Castilla, que se casó con Mercedes Feijó, hija del propietario del Circo Americano, y a partir de entonces colgó los zapatones y la nariz roja para dedicarse al marketing. Consiguió dar a ese circo categoría internacional y en los años 60 reflotó el célebre circo Price de Madrid.

Pervive en la calle comercios como Semillas Antuñano, acosado por los grafitis, que da color verde a la travesía. El K2, con su fachada de madera pintada en rojo, es otro de los iconos de la calle y la juventud –al menos, cierta juventud...– sigue acudiendo los fines de semana. Los vecinos que perviven entre un puñado de lonjas vacías miran con expectación. En breve, a la altura del número tres, abrirán sus puertas Goien Boutique Hotel, una declaración de estilo y lujo en la ciudad. Gonzalo Martín e Iñaki Abarrategi,han dado vida a un proyecto con una identidad única. con fachada adornada con forjados del reconocido escultor Jon Alberdi. Veremos.