Aquel Bilbao era el que se movía en entresiglos (XIX-XX) con soltura y grandeza, como si viviese en toda su plenitud y aspirase a convertirse en una de las grandes ciudades de aquella revolución industrial. Aquel Bilbao era grande y crecía –imparable, parecía entonces...– hacia un futuro esplendoroso. Llegarían los tiempos duros en las dos últimas décadas del siglo XX pero Leonardo Rucabado ya había dejado su sello en la ciudad. Sospecho que para siempre.

Se educó y estudió el bachillerato en Santander y Bilbao. Se trasladó a Barcelona para estudiar la carrera de Arquitectura entre los años 1891 y 1900. En 1905 obtuvo también el título de Ingeniero Industrial, de cuya escuela fue profesor hasta el año de su muerte.

Al terminar sus estudios de Arquitectura, gracias a la recomendación de su profesor Antonio Rovira i Rabassa, entró en contacto con el prestigioso arquitecto bilbaino Severino Achúcarro, junto al que permaneció hasta la muerte de este último en 1906. La ciudad de Bilbao gozaba entonces de una importante actividad constructora, y la arquitectura de Achúcarro, la del joven Rucabado, se adaptaba bien al gusto dominante, un academicismo ecléctico de amplio espectro, dentro del cual, dados los vínculos comerciales de Bilbao con Inglaterra, se preferían las formas que denotaban el gusto por lo pintoresco, por la interpretación moderna del gótico. Esto era evidente sobre todo en las casas familiares, lo más frecuentado por Rucabado a lo largo de toda su actividad profesional.

Bilbao, sí. Y el barrio de Indautxu donde su huella es indeleble. Entre ellas es destacable la casa de Escauriaza (1909), una mansión en la cual Rucabado combinó diversos estilos europeos muy a la moda de la época. En la plaza de Indautxu erigió asimismo la Iglesia de Nuestra Señora del Carmen (1911). Combinó estas obras bilbainas con otras en su ciudad natal, donde construiría en 1901 una casa, en la Plaza del Ayuntamiento, con influencia modernista. Será asimismo uno de los arquitectos, en la segunda generación de constructores, del Ensanche barcelonés.

Es a través de Achúcarro, por quien conoce a su gran benefactor, Tomás Allende Gómez, un prominente empresario leonés afincado en Bilbao. Allende fue el promotor del ensanche de Bilbao y del barrio de Indautxu, donde Rucabado realizó varios chalets y palacetes para la familia Allende y la burguesía bilbaina, además de la Iglesia del Carmen y la plaza de toros para el Marqués de Villagodio. A partir de 1903 es nombrado profesor auxiliar de las asignaturas en la Escuela de Ingenieros Industriales de Bilbao.

La suya fue una de las manos que puso en pie aquel Bilbao. ¿Creen que exagero? Escuchen cuales fueron sus creaciones. Las casas de Rucabado tienen, en general, formas rectangulares con torres cuadradas, con arcadas e imponentes entradas, terrazas de sol con corbels, prominentes aguilones y otras características decorativas, tales como parrillas y escudos de armas. Los ejemplos de esta época incluyen la casa de Tomás Allende (1910) y la de Luis Allende (1914; destruida en 1975) ambas en Bilbao. Y a su vez, el Club Deportivo de Bilbao (1908-09). Otro ejemplo, bien cercano, se sitúa en su tierra natal. El chalet Sotileza lo construye para la familia de su mujer, Enma Del Sel. Se trata del edificio más emblemático de Rucabado que se ha conservado en Castro Urdiales. Presenta las características principales de la Escuela Montañesa, de la que fue creador e impulsor. En 1912 fue nombrado Académico de Bellas Artes de San Fernando, y en 1913 obtuvo la medalla de oro en la Exposición Nacional de Bellas Artes. En 1918 la gripe española le mató en su plenitud.