La inteligencia es la capacidad de dirigir bien el comportamiento, eligiendo las metas, aprovechando la información y regulando las emociones. Todas esas acciones son propias de la vida que gastó Leopoldo Zugaza, un hombre de buena factura, como si lo hubiese diseñado un maestro de alta costura de los seres humanos. Este paseo por su vida demostrará que Leopoldo no tuvo descanso porque lo suyo fue la entrega; no tuvo paz porque la suya fue una guerra en defensa de la cultura. Veamos cómo se forjo alguien así.

Nacido en Durango en 1932, Leopoldo Zugaza contaba con poco más de cuatro años cuando, preparándose para ir a la escuela, vivió el bombardeo de Durango. Al terminar el Bachillerato se orientó hacia la Ingeniería, pero pronto quedaría demostrado que lo suyo eran las Humanidades, eso que llaman la Cultura con mayúsculas.

¿Puede resumirse tanto camino en un pliego...? Se diría que no. Editor –constituyó la empresa Ikeder en 1991...–, promotor de la Feria del Libro y Disco Vascos de Durango (la célebre Azoka...), colaboró activamente en la organización de las Fiestas Euskaras a principios de los años setenta. Está consignado que en 1975 comenzó su labor editora en temas lingüísticos, económicos y literarios. Fue fundador de la Asociación Gerediaga de Amigos de la Merindad de Durango y de Euskarazaleak. En 1985 fundó el Museo de Arte e Historia de Durango; fue cofundador de la ikastola de Durango y del Photomuseum de Zarautz y Olerti Etxea. Asimismo, fue asesor cultural de la Caja de Ahorros Vizcaína y de BBK y miembro de la Junta del Patronato del Museo de Bellas Artes de Bilbao, donde promovió la creación del archivo, la biblioteca y el gabinete de obra gráfica, toda una apuesta por la modernidad que redobla su hijo Miguel, hoy en día director de la hermosa pinacoteca.

Que no se detenga aquí la mirada. Leopoldo impulsó el Instituto Labayru; la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (RSBAP); Eusko Ikaskuntza; y el consejo de redacción del boletín de la Fundación Sancho el Sabio. En 1986 recibió el Premio Andrés de Mañaricua de la Diputación Foral de Bizkaia, que se otorgaba por primera vez. En 2006, Eusko Ikaskuntza le concedió el título de Socio de Honor y en 2015, en el 50 aniversario de la Azoka de Durango recibió uno de los premios Argizaiola como uno de los fundadores de Gerediaga elkartea y, por extensión, de la Feria. Tremebundo.

Alto y caballeroso, era un hombre directo hasta lo descarnado en pos de sus ideales, una de las figuras que han marcado la historia cultural de Euskadi. Salgamos de las enciclopedias. No en vano, a su muerte Iban Gorriti, compañero de DEIA, habló con uno de los hijos de Leopoldo, Miguel. Oigámosle. Miguel define a su padre como “personaje inquieto al extremo” y evoca que simultaneó la creación, con Jesús Astigarraga, de Hitz –primera librería del municipio...– y la editorial de obra gráfica Ederti, con trabajos de Ibarrola, Zumeta, Basterrechea, Morquillas o Mari Puri Herrero, entre otros.

“Con el crédito de estas y otras iniciativas desarrolladas en los grises y difíciles años del tardofranquismo”, prosigue Miguel, “nuestro padre fue llamado por la Caja de Ahorros Vizcaina para crear un dinámico departamento de difusión de la cultura y el arte dentro de su Obra Social, mereciendo la entidad, gracias a ello, la Medalla de Bellas Artes en 1985”, agrega Miguel.

En sus últimos meses de vida, Leopoldo continuaba dando forma a la edición de cómics sobre historia vasca e investigaba la presencia vasca en el periodismo americano. Había creado, asimismo, un plural grupo de trabajo llamado Durango Vector Kultura. Solo le paró la muerte.