HAY vidas que quedan sepultadas por el alud del paso del tiempo, vidas que caen en el pozo del olvido por muy fantásticas que hayan sido. Es el caso de la vida del poeta bilbaino Juan Larrea, un hombre casi renacentista, de cuya memoria no queda huella en la ciudad. En el empeño de recuperarla se mueve la Asociación Artística Vizcaina, que ayer utilizó la Jornada 1101 de las Tertulias Poéticas de los Martes en Bilbao, para conmemorar el 129 aniversario de Juan en un acto cívico de libre participación, presentado por la contertulia y profesora de Literatura María José Plaza, con el que se buscó rescatar del baúl del olvido a uno de los más trascendentales intelectuales del siglo XX, en buena parte responsable del advenimiento de las vanguardias culturales a la vetusta España de los primeros años del pasado siglo.

Fue la suya, como les digo, una vida singular y diferente. En 1937 Juan Larrea formó parte, junto con Josep Renau, José Bergamín, Max Aub y otros de la delegación que pidió a Pablo Picasso su participación en el Pabellón de España de la Exposición Internacional de París a la que el malagueño aportó el Guernica y los grabados Sueño y mentira de Franco.

No se detiene ahí su camino. Fue bibliotecario en el Archivo Histórico Nacional tras ganar unas oposiciones en 1921. Dejará dicho empleo en 1926, al mudarse a París, donde permuta el español como lengua de creación con el francés. Allí, junto a César Vallejo, funda la revista Favorables París Poema, en la que colaborarán Gerardo Diego, Tristan Tzara, Vicente Huidobro o Juan Gris entre otros. Tras la Guerra Civil, Larrea se exilió en América. Tras su paso por México residió en Nueva York (1949-56), becado por la Fundación Guggenheim, y a partir de 1956 lo hará en Córdoba (Argentina), como profesor e investigador en la Universidad local. Está considerado como el gran raro de la generación del 27, y como un autor incatalogable y enigmático; un poeta que, escribiendo en francés, influyó de manera más o menos notable en Rafael Alberti, García Lorca, Gerardo Diego y Vicente Aleixandre, hasta el punto de ser considerado el padre desconocido del surrealismo español. Fue además arqueólogo y guionista de Luis Buñuel y hasta 2015 no se recogió su fabulosa biografía en una obra escrita por José Fernández de la Sota bajo el título Jua Larrea (el hombre al que perseguían las palomas). Ayer se sorteó un ejemplar en el Palacio Yhon donde se celebró el encuentro en presencia de José Ramón López, Misere Josephe, que ya culmina los preparativos para la lectura pública del Quijote en el Día del Libro, el 23 de abril; Marino Montero, María Ángeles Pérez Ondiviela, Begoña Iribarren, Loly Rubio, Francisca Nieto, Aurora Bolsoni, María José Rodríguez, Mari Carmen Pérez, Fernando Zamora, Keni Orue, Vega García, Elena Bolsoni Brazaola, Miguel Ángel Manjón y María José Domínguez, entre otros.