La campaña de concienciación emprendida por Mauri Imaz, Turkiolo, para donar médula va dando sus frutos. El durangarra se apuntó al reto de subir a Urkiola en bicicleta durante 365 días en 2021. Mediante este desafío animó a los deportistas de Durangaldea a inscribirse en el banco de donantes de médula. Una de las personas que se fijaron en la propuesta social de Turkiolo fue Amaia Alonso, una joven de Iurreta de 28 años y residente en Atxondo, que decidió dar el paso de ser donante de médula.

En la época en la que Mauri Imaz realizó su reto solidario, Alonso era jugadora del Durango Rugby Taldea. Una charla con el impulsor de la campaña caló hondo en Alonso que se suscribió a la lista de donación de médula junto a su hermana. La grata sorpresa llegó el pasado mes de enero cuando Amaia recibió una llamada comunicándole que era compatible con un paciente que necesitaba trasplante de médula. La donación la realizó hace una semana en el Hospital Donostia. “Es muy emocionante para mí poder haber salvado una vida. En aquella charla que nos dio Mauri tuve claro que no me costaba nada apuntarme y así lo hice. En ese momento únicamente era dar mi nombre y no me costaba nada. Cuando me llamaron diciendo que era compatible con una persona no me lo podía creer ya que la probabilidad es mínima. Recuerdo que estaba súper contenta, feliz y emocionada”, repasa sobre el momento en el que se enteró que era compatible con una persona enferma.

Antes de efectuar la donación propiamente dicha, Amaia tuvo que realizarse varias pruebas para conocer el porcentaje de compatibilidad y también se le efectuó un completo cuestionario y chequeo médico para asegurar que no ponía en riesgo su propia salud. La donación se realizó por aféresis o donación de sangre periférica. Esta técnica permite extraer de forma selectiva las células madre presentes en la sangre, y devolver el resto de la sangre al donante. Cuatro días antes de la donación, a Amaia se le administró un fármaco que se denomina factor de crecimiento hematopoyético –mediante inyecciones subcutáneas–, que hace que las células madre de la médula ósea pasen al torrente sanguíneo.

Al quinto día se llevó a cabo la donación en el hospital Donostia, donde un profesional se encargó de colocar una aguja en cada brazo de Amaia. Con una de ellas se extrajo la sangre, que se hace circular a través de unos dispositivos conocidos como separadores celulares que se encargar de recoger las células madre, mientras que el resto de la sangre se devuelve al donante por la aguja insertada en la vena del otro brazo.

El día de la donación a Amaia se le pinchó una vena del brazo para obtener sangre, y se hizo pasar la sangre a través de unas máquinas denominadas separadores celulares. Estas máquinas son unas centrífugas especiales que recogen las células madre y devuelven el resto de la sangre al donante a través de una vena del otro brazo. “Fueron cuatro días de responsabilidad donde tuve que pincharme dos veces al día. Lo que se persigue con este tratamiento es que se produzcan más células madre para que salieran a la sangre. La donación se realizó en tres horas y cuarto aproximadamente; ese mismo día me mandaron a casa”, recuerda la joven sobre la simplicidad del proceso.

Hoy, Amaia Alonso se siente realizada. Reconoce que le queda la sensación de cumplir con lo que tenía que hacer una vez que aceptó ser donante de médula junto a su hermana. Tiene claro que “me gustaría concienciar a la gente para que se haga donante de médula, no cuesta nada y puedes salvar una vida”. Además, Amaia desea que su testimonio, en algún momento, pueda llegar a la persona receptora gracias a los medios de comunicación y se puedan conocer. “La verdad que me siento realizada, tenía ganas de donar; quería salvar una vida”, afirma.

Simple gesto

La donación se realiza de manera anónima y sin conocerse datos de la persona que recibirá la médula. De hecho, la única información que tiene Amaia es que se trata de un varón de 99 kilos. “No sé a que parte del mundo han viajado mis células. Era compatible en más de un 97% con una persona del mundo, ya que por protección de datos no se aporta nada más de información. Recuerdo que lloré cuando recibí la llamada. Y es que con un simple gesto que es gratis puedes salvar una vida”, valora.

Tras regresar a casa el mismo día de la donación y recomendarle reposo, “las consecuencias fueron cansancio, dolor de huesos; como si pasaras una gripe. Después de realizar la donación tuve la sensación de felicidad, sentirme realizada; ya estaba hecho”, puntualiza la joven.

Ahora Amaia ha dado el paso de contar su experiencia para dar a conocer el proceso sensibilizando y concienciando a la ciudadanía. “Tengo que reconocer que me cuesta muchísimo el hecho de exponerme porque soy muy vergonzosa, pero lo quiero que es que la gente vea que es algo muy sencillo la donación de médula. Soy alguien a quien le gusta estar con la personas; me gusta ayudar, empatizo un montón y soy muy sensible. El poder donar médula ha sido una de las cosas que más me han emocionado en mi vida”, zanja sobre su experiencia.