“¿Y esas gentes? ¡Si las mujeres visten calzones!”. “¿Sois acaso trovadores?”. Desde las custodias del Puente Viejo que vigilaban que nadie entrara sin abonar tributo hasta el párroco. Los habitantes de tiempos pretéritos que poblaron las calles de la villa percibieron la grieta espacio temporal horadada ayer domingo en Balmaseda para que por ella se adentrara la solidaridad. Y es que lo recaudado por las inscripciones, a quince euros en las visitas guiadas teatralizadas que se llevaron a cabo se donará a la Asociación Vizcaina de Diabetes, Asvidia. Una iniciativa impulsada por la empresa local Alboan Servicios Turísticos en colaboración con casi un centenar de vecinos y vecinas, asociaciones, establecimientos, el Ayuntamiento de la villa y Enkartur, entre otros.

El hechicero Nicanor, alter ego de Jorge Gómez Balenziaga, de Alboan dio la bienvenida por turnos en el pórtico del edificio consistorial a las alrededor de 250 personas participantes en los distintos pases, tanto en castellano como en euskera. Él mismo asumió un importante peso en los preparativos distribuyendo a los actores y actrices por un día, así como “la ubicación y temática de cada sketch, pero luego ellos mismos han creado y desarrollado los diálogos”. Brillaron en la unión del ayer y hoy a base de humor y guiños a la actualidad, desde la amnistía a Palestina y a la Balmaseda del siglo XXI que encarnan el chocolate Kaitxo o el empeño de la asociación Orexinal en estudiar el Cerro del Castillo, ambos se colaron en las frases.

Setenta personajes

En total, compusieron la representación “casi setenta personajes” repartidos por un casco histórico que, por ropajes que vestían y otros elementos, pareció revivir el mercado medieval en pleno noviembre.

Así, el alcalde y su secretario de finales del siglo XI y principios del XII se embarcaron en la máquina del tiempo para explicar lo que supuso la consagración del estatus de villa para Balmaseda a través de la carta puebla: “una especie de constitución que otorga privilegios jurídicos o económicos” y la implantación en la villa del fuero de Logroño. En consecuencia, “sois hombres y mujeres libres y nos da derecho a organizar fiestas y eventos, aunque nos surgen dudas con esto...”, plantearon ante las carcajadas del público. Ambos entregaron al párroco Don Onofre dibujos en los que se aprecia cómo debió lucir la iglesia de San Severino en el siglo XV con “dos naves laterales y una central y orientada a Tierra Santa y sin torre campanario”. “Dentro de cuatro siglos os empeñaréis en añadir crestería barroca”, pronosticó.

Punto de encuentro entre la meseta y la costa, a la villa se le permitía celebrar mercado en la actual calle Martín Mendia, la arteria antigua. “¡Pero si el pueblo está lleno de puentes!”, exclamó una compañía de titiriteros que por poco no se cruzó con el pregonero, quien vociferó algunos bandos municipales de en torno al siglo XVI. Bailar pegados podía estar penado con cárcel y los mesoneros debían entregar al Ayuntamiento listas de huéspedes a diario. Además, por ley debía agotarse el producto local antes de importar. En 1487 “los viñedos aportaban el 48% de los ingresos”, indicaron. Sin problema ayer domingo, para eso la Cofradía de la Putxera había encendido las ollas ferroviarias en el palacio Horcasitas, donde una habanera remitió a la época en la que los tilos del Puente Viejo atraían a las parejas jóvenes cual imanes “porque estaba oscuro”.

Eugenio de Francisco se metió en la piel de su abuelo relojero frente a la entonces iglesia de San Juan, actual museo de historia. “En un palacio de esta plaza durmió el pretendiente Carlos VII, seguro que nunca lo tiran”, vaticinó mirando al bloque de pisos que se erige ahora en el emplazamiento. La recreación de un molino, la música de Nafarroa Kanta Taldea y txakoli y queso con vistas al Puente Viejo culminaron el paseo por la historia.