Las primeras mujeres que se incorporaron a la Policía Municipal de Bilbao, hace ya 50 años, lo hicieron de una forma bastante más orgánica de lo que pudiera parecer. La mayoría no tuvo que enfrentarse a la resistencia de sus familias, que incluso las animaron. Sin embargo, su ingreso en el cuerpo no fue en igualdad de condiciones, lo hicieron como auxiliares, sin poder portar un arma y con un uniforme que incluía falda. Esta fotografía estanca, en blanco y negro, fue cambiando poco a poco. No solo han equiparado sus condiciones y oportunidades de promoción, sino que ahora las mujeres suponen un 17,75% de los agentes municipales. Lo que en ningún caso ha cambiado desde 1973 es la vocación de servicio público con la que entran las mujeres a formar parte de la Policía. Y sobre todo, la seguridad de que pueden ofrecer una visión diferente y, por ende, complementaria a la de sus compañeros.

El Ayuntamiento de Bilbao celebró ayer miércoles un acto para conmemorar que se cumplen 179 años de la creación de la Policía Municipal y aprovechó la efeméride para homenajear a la primera promoción de diez mujeres que ingresaron en el cuerpo en 1973. En la celebración, que fue la antesala a la recepción que el alcalde Juan Mari Aburto realizará jueves hoy en el consistorio, estuvieron Puri Arza, Nilda López, Conchi Castaño y Loli Castilla, que se prodigaron besos y abrazos, en un reencuentro emotivo en el que hubo alguna que otra lágrima. Las cuatro mujeres, miembros de aquella primera promoción, hablaron sobre la elección de la profesión, así como de la aportación de la mujer a los equipos de trabajo policiales, en un encuentro en el que compartieron protagonismo con Igone Letamendi y Amaia Sierra, otras dos mujeres que son miembros del cuerpo en la actualidad.

Puri Arza y Loli Castilla señalan las fotos antiguas en las que salen. OSKAR GONZÁLEZ

“La primera vez que fui a Madrid vi que había mujeres policía y cuando salió la oportunidad en Bilbao no me lo pensé”, declaró Puri Arza, quien realizó parte de su carrera en la oficina general de tramitación de multas. “La moderna era mi madre, que leía el periódico. Me dijo que me presentara cuando vio la convocatoria. Me pareció algo distinto y comprometido. Tenía 21 años”, relató Loli Castilla. En varios casos, aseguraron, tener uniformados cerca ayudó. Ese fue el caso de Amaia Sierra, que escuchaba a familiares y amigos contar sus “batallitas”. “Me veía en el papel”, admitió la subcomisaria. La vocación llegó más tarde en el caso de Igone Letamendi, quien con 37 años ingresó en la Ertzaintza y posteriormente en la Policía Municipal: “Creo que es lo mejor que he hecho”, aseveró.

La primera promoción de mujeres recuerda perfectamente sus inicios en el oficio. Incluso el primer informe redactado a cargo de un superior. “Se me metían los dedos entre las teclas de la máquina de escribir”, rememoró Nilda López, una de esas mujeres que abrió camino sin ser siquiera consciente de ello. “Aunque haya habido algún pique siempre me han respetado”, expuso sobre la relación con los compañeros. Tanto estas mujeres que ahora ven el oficio con otra perspectiva como las que siguen en activo tienen clara su aportación. “Nuestra visión es diferente. Añadimos valor al trabajo común”, indicó Amaia Sierra. A lo que Igone Letamendi convino: “Somos el 50% de la población y tenemos que estar representadas para dar ese servicio”.

Desde 1973

Según Amaia Arregi, concejala de Seguridad, aún quedan pasos por dar en el camino hacia la igualdad, y no solo en cuanto a cifras para alcanzar la paridad. “Al último proceso de escoltas no se ha presentado ninguna mujer”, reveló la concejala, quien abogó por que las agentes estén presentes en todos los mandos y tareas de la Policía Municipal. Pero no sin antes poner en valor el camino recorrido. En palabras de la edil, fue en una junta extraordinaria de diciembre de 1969 cuando se creó la figura de municipal auxiliar. Sin embargo, las mujeres no se incorporaron hasta 1973. Las diez primeras accedieron al cuerpo en octubre de ese año, como municipales auxiliares, inaugurando la academia tras una formación de cinco meses.

“Algunos de los requisitos para acceder a aquellas plazas creadas hace cinco décadas eran tener entre 20 y 30 años, medir un mínimo de 1,59 metros, tener buena conducta y haber realizado los correspondientes servicios sociales. Tuvieron que superar pruebas físicas como salto de longitud, carrera de velocidad o trepa de cuerdas. Además, las pruebas escritas consistieron en problemas matemáticos, un dictado y la redacción de un parte de colisión entre dos vehículos”, relató la concejala, quien explicó que al principio no portaban armas, ya que su condición de auxiliar no lo contemplaba. “No fue hasta su traslado, a la comisaría central de Garellano, en 1975, cuando adquirieron la condición de agente de la autoridad y comenzaron a llevar pistola”, agregó sobre un gran paso dado por una institución que, ya entonces, era centenaria.

La fundación de la Policía Municipal de Bilbao tuvo lugar el 8 de noviembre de 1844, durante el mandato del alcalde Federico Victoria de Lecea. En aquel entonces el cuerpo contaba con escasos doce agentes que hoy, 179 años después, suma una plantilla compuesta por un total de 896 hombres y mujeres. De esas casi 900 personas que integran el cuerpo, el 17,75% son mujeres. En concreto, son 159 agentes que, poco a poco, van ascendiendo en la estructura y en la escala de mandos. Así, actualmente, la Policía Municipal cuenta en sus filas con tres subcomisarías, una oficial, cuatro suboficiales, 10 agentes primeras y 141 agentes.

“Sigue siendo un sector muy masculinizado”, reconoció Kontxi Claver, concejala de Igualdad, Convivencia, Cooperación e Inmigración. En ese sentido, instó a visibilizar la presencia de la mujer. Y a aumentarla. “No podemos permitir que cale en nuestras hijas el mensaje de que el de policía es un trabajo de hombres. Nosotras también podemos tener vocación de servicio público, de cuidado, de defensa de la ciudadanía”, añadió la edil, quien abogó por eliminar los estereotipos y roles enraizados por el patriarcado. “Está en el imaginario de todos el relacionar a la Policía con la fuerza. Y las mujeres como somos más débiles... Es una imagen con la que hay que acabar ya. Este es un argumento machista”, sentenció.

En ese sentido, durante el acto recordaron que alcanzar la igualdad no tiene nada que ver con dejar a los hombre atrás. “Los necesitamos”, afirmaron. Y esa reciprocidad transmitió el comisario de la División de Seguridad, José Julio González: “El cambio es sustancial. Somos un complemento de verdad. La llegada de compañeras es muy importante y tiene que ir in crescendo”. En esa línea habló también Marcel González, subcomisario recientemente jubilado, quien recordó que estudió en colegios masculinos y estuvo en una academia militar. No fue hasta que ingresó en la Ertzaintza cuando compartió aula con mujeres, concretamente, de la segunda promoción. “Vi un cambio muy importante en la actitud de mis compañeros. Los vi más racionales, distintos. Reflexionando sobre ello, solo puedo pensar que la contribución de las mujeres no es que sea conveniente, es que es imprescindible”, subrayó.