“Después de 45 años, Marijaia debía ya tener los brazos y los dedos totalmente rígidos”, bromea Eulogio Omaetxebarria, ganador del concurso de carteles de Aste Nagusia. Así que jugó a hacer de “fisioterapeuta” y la hizo dibujar un corazón con sus manos, reflejando el cariño de la señora de las fiestas hacia su ciudad y sus vecinos, y de estos hacia ella. “Ese cariño cada uno puede leerlo como quiera. Yo solo espero que a la gente le guste y que cada uno lo disfrute a su manera”, confía.

Ganador del concurso de carteles de Aste Nagusia 2023. ¡Casi nada!

—Me hace mucha ilusión; cuando te presentas a un concurso y lo ganas, lógicamente te alegras. Pero todo en su justa medida, tampoco vamos a sacar las cosas de su sitio; no he descubierto la penicilina. Si lo resumes crudamente, he diseñado un cartel que se va a ver en unas fiestas. Ni más ni menos.

Un cartel que verán miles y miles de personas. ¿Se había presentado más veces al certamen?

—Sí. Hay gente que se dedica a esto casi de forma profesional, se coge un listado de los concursos y se apunta a todos. Yo lo hago por hobby, cuando tengo tiempo: me suelo presentar al de Bilbao, Sanfermines, Gernika que es mi pueblo... 

¿Y había ganado alguno?

—En Bilbao, no, pero en Gernika sí, varias veces. En Bilbao, hace mil años, cuando los carteles se hacían a mano, quedé entre los finalistas. Pero si le tengo que ser sincero, ni siquiera recuerdo el cartel. Estas cosas que en el momento no lo guardas y luego... También trabajamos por encargo y en 2019 me encargaron el cartel de la Plaza de Toros; me dieron palos por todos los lados, los toristas y los no toristas.

Háblenos de su cartel, que lleva por nombre un emotivo ‘Bihotzez’. ¿Qué le inspiró a la hora de diseñarlo?

—Nada en concreto. Me presento a los concursos por hobby e intento hacer algo que me guste a mí. A partir de ahí, entras en una pelea complicada, porque si quieres ganar tienes que gustar a la gente y al jurado. En Bilbao, por ejemplo, es impepinable poner a Marijaia; no recuerdo un cartel de Aste Nagusia que no esté. Es una especie de peaje que tienes que pagar. Sabiendo eso, y queriendo salirme un poco de la Marijaia de siempre, jugué a hacer de fisioterapeuta de sus manos para que hiciera algo con los dedos. Después de 45 años, debía tener los brazos y los dedos totalmente rígidos... 

¿Qué quería transmitir con ese corazón que dibuja la reina de las fiestas?

—Es un símbolo que todos conocemos y más desde la pandemia, que te toca más la fibra. Me gusta, lo disfruto, el cariño de Marijaia hacia la fiesta, de la gente con Marijaia. Ese cariño cada uno puede leerlo como quiera.

Estoy convencida de que será el gesto por excelencia de esta edición de Aste Nagusia... ¡Lo repetiremos hasta la saciedad?

—Es muy difícil que un cartel nos quede en la memoria. ¿Usted recuerda alguno?

Aquel que tenía una Marija hecha con una servilleta de papel.

—Yo recuerdo otro que era una especie de cremallera, otro que era un airgam boy... Al final tienes que buscar una diferenciación. Yo solo espero que a la gente le guste.

Echando la vista atrás, parece que a los bilbainos les gusta mucho la sencillez a la hora de elegir su cartel de fiestas.

—Cuantos más elementos tenga y más complicado sea, más difícil es quedarse con él. Dicen que menos es más, ¿no?

Diseñador gráfico de profesión, ¿es jugar con ventaja?

—Lógicamente, conoces el medio. también porque tengo un montón de años...

¿Cuántos, si no es indiscreción?

—En el sector, más de 30. Ahora tengo 56.

¿Qué debe tener, en su opinión, un buen cartel de fiestas?

—Para mí, un cartel debe tener impacto y que la información esté clara. No es un cuadro al que te acercas porque lo quieres ver; está en una pared compitiendo con otro montón de carteles de mil cosas diferentes y, si no tienes ese primer golpe de vista, se pierde. Hay tremendas ilustraciones pero tienes que acercarte tú, no son ellas las que te llaman, y otras con la información muy clara pero no destacan entre tanta competencia.

¿Se acercará a Bilbao a verlo?

—Por supuesto. Siempre vamos dos o tres días, y le damos a todo: txosnas, conciertos, toros... Aunque ahora no sé si se puede decir que te gustan.

¿Y está mentalizado para ver su obra por todas las esquinas?

—La verdad es que cuando termino un trabajo acabo un poco saturado, imagino que le ocurrirá a muchos. Creo que, si en algo he podido acertar, es que es un cartel muy aséptico en el concepto, muy blanco: no le puedes encontrar ninguna ofensa, ninguna arista. No hay una sokamuturra que pueda molestar a animalistas, un chico bailando que alguien pueda decir que por qué no una chica... A partir de ahí, que cada uno lo disfrute a su manera.

¿Cuántas horas de trabajo hay detrás de este cartel?

—Estuve unas siete semanas pensando en la idea pero de realización en sí, pocas. Cuando trabajas para un cliente tienes que adaptarte a lo que te piden pero cuando lo haces para ti optas por el diseño que te gusta y a mí ese trazo grueso me encanta. 

El jurado ha destacado la alta calidad de las propuestas presentadas. No sé si ha tenido la oportunidad de ver el resto de los finalistas...

—Que te elijan entre 370 es todo un honor, la verdad. Y no son las de Móstoles; ganar en una fiestas cercanas te hace más ilusión.

¿Qué tiene de especial el cartel de Aste Nagusia?

—Para un vizcaino, todo. l