¿Puede un perfume ser una obra de arte? Claro que sí. Por supuesto, no lo son todos: un perfume de autor, o perfume niche es excelente, y a la vez, singular, original y único. ¿Qué es este delicioso aroma de primavera en el centro de un jardín de rosas? Es su perfume. Si antes de salir de casa todas las mañanas se aplica una fragancia de vainilla en el cuello y en las muñecas, te estás pulverizando perfume. Sin embargo, un buen perfume también puede ser el olor de las galletas de canela recién horneadas o el del mar agitado después de una tormenta. El genio Paco Rabanne nos dijo que “moda y perfumes son dos pilares en pos de la seducción” pero no siempre se persiguen esos propósitos. A veces un perfume artesanal es suficiente.

Claro que también existe una novela, El perfume, del escritor alemán Patrick Süskind, publicada en 1985, donde se transporta al lector a un mundo con el que no está familiarizado, “el evanescente reino de los olores”, a través de su protagonista, Jean-Baptiste Grenouille. Narra la vida de Jean-Baptiste, “uno de los hombres más geniales y abominables de su época”, que su autor ubica en la Francia del siglo XVIII. Desde su nacimiento, Grenouille descubre y percibe el mundo a través del sentido del olfato, que tiene más desarrollado que el resto de las personas. Estas, a su vez, en ocasiones encuentran inquietante dicha capacidad en Grenouille. Sin embargo, él carece de olor propio. Esta es la historia de cómo Grenouille pasa su vida en busca de nuevos olores, en especial del suyo propio. Si no la conocen, se la recomiendo. Inquietante. Hace no mucho también se presentaba allí un libro, Extasis en flor.

Regresemos al relato que hoy nos ocupa. Cuentan los especialistas que los perfumes niche están fuera de los cánones comerciales, y como las obras de arte más rompedoras, son fruto de la creatividad, la experimentación y la innovación. Su valor diferencial incluye también el compromiso con la calidad de las materias primas, el cuidado en los procesos, la historia de las técnicas de extracción y el trabajo artesanal.

Busquemos en Bilbao un rincón donde se pueda respirar algo de lo que les cuento. Ruiz de Ocenda Flores y Perfumes de Autor es un espacio que el año pasado fue nombrada la mejor perfumería de autor de España, con Viki Fernández al frente de un local que emana esencias y buen gusto. Fragancias inolvidables, inigualables, que rompen con los esquemas de lo conocido y se adentran, con sus frascos de diseño exclusivo y la elaboración personificada, en el terreno del arte. El jardín de las delicias de El Bosco.

Ruiz de Ocenda Flores y Perfumes de Autor fue fundada en 1991, primero en Rodríguez Arias, 39, y después en Licenciado Poza. Salvado el trágala de la pandemia, en 2021 se ubicó en las tierras que hoy ocupa: en Heros, 18. El suyo acaba de ser reconocido por la Cámara de Bilbao como el espacio más innovador de Bizkaia. Se definen a sí mismos como una caja azul, diseñada por Juan Marchante. Entrar en la tienda es toda una experiencia sensorial. Cruzada la alameda de perfumes, flores y accesorios uno llega a una suerte de terraza interior, un lujo en el corazón de la calle Heros.

El espacio trasciende de los perfumes. Las flores lo invaden todo. Y entre ellas aparecen accesorios de elaboración cercana. En la tienda impulsan con proyección el diseño y el arte local, por lo que trabajan con marcas de diseñadores de Euskadi como Miriam Ocariz, Lovat & Green, Musula, Luckydog, MR Laspiur o Elosegui entre otras firmas. ¿Qué más cabe en este baúl de las maravillas...? Firmas como Trudon, consideradas las mejores velas del mundo y Grandiflora, una marca de perfumes que solo se venden en este local en toda España, hechos por algunos de los más importantes perfumistas del mundo.

Fundada en sus inicios como una floristería enfocada a la decoración, Ruiz de Ocenda es desde 1991 un establecimiento de autor con un concepto de negocio que combina la actividad fundacional y la perfumería en un mismo espacio.

¿Se pueden detener en los detalles...? Hay un sinfín de rincones. Las velas y sprays de Ladurée son la expresión olfativa de los mejores macarons de París que sólo podemos degustar en Ladurée. A través de los tés de la mítica casa de té Ladurée de París puede viajarse a los salones de su emblemático establecimiento en Rue Royale , envolviéndonos en su universo a través de aromas delicados y elegantes. Su estética y su colorido hace que tanto las velas como los sprays perduren más allá de su consumo y sean un elemento decorativo. Sus detalles delicados, afrancesados, la calidad de las velas y los frascos de porcelana, los hacen únicos.

Allí, bajo unas luces de neón fluorescentes y unas paredes en las que luce el ladrillo vista, se elaboran o se adquieren perfumes artesanales que pasan por una rica gama de fragancias. Amaderados, cítricos, aromáticos, bruma de almohada –es un espray para dormir natural con aceite esencial de lavanda...–, colonias, especiados, gourmads que recuerdan a alimentos u orientales entre otros. Hay también jabones de almizcle, un mikado de varas de sándalo, pañuelos, broches que evocan motivos de la naturaleza y otras delicadezas. Allí trabaja también María Ondovilla. quien desde la Fundación Síndrome de Down y con la colaboración de la Ruiz de Ocenda, Flors y Perfume de Autor, se gana la vida de disfrute en disfrute. Como ven, allí, en ese mágico universo, todo es posible.