Asier Sarasua aprovecha la soleada mañana para pasear por Sopela. Empuja el cochecito en el que descansa el pequeño Mateo, de apenas mes y medio. “Come y duerme, nada más. Es muy bueno”, explica el padre primerizo, mirándole con dulzura. Ha quedado con sus aitas, Iñaki y Eva, para tomar un café; la orgullosa amama no puede evitar coger en brazos a su segundo nieto en cuanto los ve llegar. “No me importa que esté dormido”, se excusa con una sonrisa que rebosa ternura. Cecilia Accorinti, la madre del pequeño, llama por teléfono; acaba de salir del médico, donde ha podido acudir tranquilamente mientras su pareja cuidaba al bebé. Una situación impensable hace solo unos años y que hoy en día permite también a los aitas disfrutar de los primeros días de sus vástagos sin tener que incorporarse a sus puestos de trabajo nada más nacer. Hoy tiene que regresar a trabajar pero nadie le quita la felicidad de no haberse perdido esos mágicos primeros días de su hijo. “Se me han pasado volando”, reconoce. Nada que ver con su aita, que tuvo que volver al tajo al de dos días.

Asier Sarasua sostiene en brazos al pequeño Mateo, al que acaricia su aitite Iñaki. Jose Mari Martinez Bubu

Actualmente, las prestaciones por maternidad y paternidad se han unificado en una sola prestación, denominada nacimiento y cuidado de menor. Son 16 semanas, de las que ellos tienen que coger las primeras seis de forma obligatoria; las otras diez las pueden disfrutar por jornadas completas o por horas durante el primer año de vida del bebé, de forma que, una vez que la madre termina su permiso, sea el padre el que pueda quedarse al cargo, y no tengan que recurrir a una guardería o a los aitites. No siempre ha sido así, ni mucho menos; hasta 2016, hace solo ocho años, los padres solo contaban con 15 días de permiso. Ni qué decir cuando nació Asier, en noviembre de 1989. Trabajando ambos, Iñaki pasó cinco años saliendo un poco antes de su puesto como repartidor para poder llegar a tiempo a las clases para terminar la carrera de Delineación; no llegaba a casa hasta las diez de la noche. “Eva me ayudaba por las noches con las asignaturas que más me costaban; rompió aguas una noche que estábamos en el sofá con los libros de inglés. Fuimos en coche al hospital, con el pañuelo por la ventana”, recuerda. Asier no se hizo de rogar; nació tres horas después, en la Virgen Blanca. Pasó el primer día en el hospital, con su mujer y su hijo; el segundo le tocó ir al Juzgado a inscribirle en el registro. Y el tercero, a trabajar, sin tiempo ni para digerir su recién estrenada paternidad. “Llegaba a casa a las siete de la tarde y, como madrugaba para ir a trabajar, me tenía que meter a la cama pronto. Apenas estaba tres horas al día con él; me despegaron de mi hijo”, sentencia. Tanto es así que la recién formada familia se trasladó durante unas semanas a casa de los padres de Eva, para que pudieran echarla una mano y se sintiera más acompañada. “Llegaba Iñaki a comer a mediodía y yo estaba sin duchar, sin vestir, con la comida a medio hacer, desesperada además Asier lloraba mucho... Entre que era madre primeriza, estaba yo sola y las hormonas, lo pasé fatal”, recuerda ella. “Cuando se ponía a llorar por las noches tenía que salir de la habitación para que Iñaki pudiera dormir. Hubiera dado cualquier cosa por haber podido dejarle al niño y meterme 15 minutos en la ducha”. En aquel momento, ni siquiera se imaginaban que era posible otra paternidad. “No te lo planteabas porque así había sido toda la vida. Pero ahora veo a mi hijo, que está disfrutando de Mateo recién nacido, y te das cuenta de que es como tiene que ser”, reconoce. No lo recuerda con exactitud y cree que fueron cuatro meses y medio, pero Eva también se tuvo que incorporar al poco tiempo a trabajar. “Dejar a tu hijo en una guardería es muy duro, porque es tan, tan pequeño... Me parece tremendo, un bebé necesita a sus padres”, reflexiona.

Asier, con Mateo en brazos, junto a los aitites paternos del pequeño, Eva e Iñaki, y su pareja, Cecilia. Jose Mari Martinez Bubu

Nada que ver con la situación que viven Asier y Cecilia. Estas seis semanas las han podido disfrutar los dos junto a su hijo; hoy él empezará a trabajar y volverá a cogerse las 10 semanas restantes cuando la amatxu termine su permiso. En total, 26 semanas, seis meses y medio. “Se les ve a los dos felices, disfrutar de su hijo, algo que nosotros no pudimos hacer”, coinciden los dos aitites. “Siempre he tenido claro que me iba a coger las 16 semanas; si tengo un hijo, es para disfrutar y estar con él”, asiente Asier. Ya estas seis primeras semanas ha podido exprimir al máximo los primeros días de vida de su hijo. “Han sido una maravilla, se me ha pasado volando. Y eso que el tiempo no ha acompañado mucho...”, se ríe. “Estar los dos en casa nos permite organizamos muy bien”, reconoce la joven pareja. “Si alguno de nosotros tiene que ir a hacer algún papel, o al médico como ha sido el caso hoy, el otro se queda con el niño y no hay problema”, explica Asier. Cecilia asiente; se ha podido permitir incluso volver al gimnasio. “Jugaba al padel y lo quiero ir retomando, poco a poco. De momento voy solo dos días a la semana”, apunta. Los despertares y tomas nocturnas de Mateo son cosa suya pero sabe que, a lo largo del día, su aita podrá quedarse a ratos con el pequeño para que ella pueda echarse una pequeña siesta y recuperar el sueño perdido. “Con la lactancia por las noches se tiene que despertar ella sí o sí, y vimos que era absurdo levantarnos los dos y estar los dos cansados al día siguiente. Así que las noches son suyas pero por el día, si está cansada o ha dormido mal, pero quedo yo con el niño”, razonan. “Es otro mundo”, se maravilla el aitite. “Con él, había noches que Eva me decía que cogiera al niño y tenía que apoyar la cabeza en el armario porque me dormía de pie...”, rememora.

Sí que creen que ese permiso debería alargarse algo más, hasta que el niño cumpliera un año de vida al menos. De hecho, el Gobierno vasco tiene ya preparada una partida económica para que tanto la madre como el padre puedan alargar dos semanas más el permiso, abonando la excedencia. Esa ampliación, que ya disfrutan los funcionarios públicos en Euskadi, la quiere llevar el Gobierno español hasta la semana 20, aunque se prevé casi imposible sin aprobar los presupuestos de este año.

Además de permisos más largos de paternidad, otra de las cosas que también ha cambiado para familias de hoy en día son las ayudas que reciben al nacer sus hijos: 200 euros al mes de ayuda directa del Gobierno vasco, hasta que cumplen tres años. “Todo viene bien”, afirman Asier y Cecilia, ante la avalancha de facturas por ropa, pañales, cuna, cochecito y un largo etcétera que les ha venido encima. Los aitites del pequeño no vieron ni una peseta de la época. “Aunque no sea más que para pañales...”, recuerda Eva. “Y espera que lleguen la guardería, la ikastola, las colonias para los cuatro meses de vacaciones...”, enumeran los aitites, que ya han pasado por ello. Les queda tiempo; ahora todo su corazón está puesto, a tiempo completo, en disfrutar del pequeño Mateo.