Es difícil centrarte para escribir un obituario de un amigo al que tanto querías, pero es nuestro deber moral dejar huella escrita de su vida, cuando menos para otros muchos que le querían y que seguro agradecen este sincero recuerdo.

Incluso cuando sabíamos desde hace años que luchaba a diario contra el cáncer, seguía con la sonrisa y el humor que le caracterizaba. Es duro, muy duro. Y aunque poco consuele, algo siempre ayuda escribir para contener las lágrimas y la rabia de que el cáncer se lo haya llevado tan joven.

Somos un pequeño grupo de WhatsApp de amigos de Aitor Egiguren Herrera que tuvimos la suerte de crecer con él en EGI. El partido EAJ-PNV nos unió y nunca nos separó. Fueron centenares de actividades juntos. Él siempre dispuesto a ayudar, trabajar, colaborar, aportar y solucionar. Muchas veces lo hacía con una facilidad que otros no teníamos.

Casi siempre entraba dando voces, a gritos, eran voces de alegría. Así era él. Luego comenzaba a preguntarte cómo estaban los tuyos y cómo estabas tú, siempre con cariño y preocupación real. Así era Aitor. Todo corazón, se desvivía por los demás, anteponiéndoles muchas veces a sí mismo, aunque eso le perjudicara.

Perdió siendo muy joven a una madre a la que adoraba, María Luisa Herrera Begoetxea, pero siempre la retuvo con él, hablándonos de ella con un amor infinito. No la conocimos, pero él hizo que siguiera presente entre todos. Y qué decir de su aita, fallecido el 20-06-22, Alberto Egiguren Urbistondo, otro gran jelkide. Le quería mucho, siempre andaban como el perro y el gato, pero se querían tanto....

Aitor era nacionalista de corazón, a veces vehemente en sus ideas. Su familia, los amigos, el partido, el Athletic Club... estaban por encima de todo para él, y a todos nos regalaba su tiempo, su cariño y pasión, de forma desinteresada y alegre. Eso es lo que más nos gustaba. Un corazón andante con una ikurriña inmensa en su interior. Un reflejo de síntesis sabiniana. El maestro, Sabino Arana, dejó huella en él, él en nosotros.

Aitor nació en San Miguel de Basauri, vivió en Las Arenas y falleció el martes a los 52 años, dejando su ausencia a su hija Laura y su hermana Arantza, además de sus sobrinos Lander, Aintzane y Xabier.

En nombre de sus compañeros de EGI decimos que la sangre que corría por las venas de Egiguren era el rojo de la ikurriña y el verde de su ansia de libertad. La cruz de San Andrés de la bicrucifera que los hermanos Arana diseñaron, su final y nuestro recuerdo. Todavía el año pasado recordábamos su alegría durante el Alderdi Eguna, del que se tuvo que ausentar para ingresar en el Hospital, a donde casi le tuvieron que llevarle a rastras. Queremos terminar gritando al cielo Gora Euskadi askatuta!, algo que repicará Aitor.

Ah! No podemos olvidar cómo todavía el otro día, pese a su enfermedad, comentó que la pena que se lleva es no poder asistir en Sevilla a la final del Athletic Club. Tranquilo, Aitor; tu equipo del alma ganará y para ti será de nuevo nuestro recuerdo. Eskerrik asko. Goian bego.