2023 fue el año más caluroso de la historia, y en 2024 la Tierra podría incluso calentarse aún más. El motivo es claro, según la ONU: “El ser humano está quemando el planeta”. Así lo advertía esta misma semana su secretario general, António Guterres.

Y es que según sostuvo el representante de la Organización de Naciones Unidas, “el año pasado fue un mero anticipo del catastrófico futuro que nos espera si no actuamos ya, debemos responder a estos aumentos récord en las temperaturas con acciones que rompan la actual tendencia”.

Las cifras refrendan la alarma encendida por los expertos de las Naciones Unidas. Ya que el pasado año la temperatura media fue 1,45 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales (1850-1900), lo que significa que fue la más alta jamás registrada, rompiendo récords históricos.

 Es por eso, que los expertos exigen soluciones inminentes. La nueva secretaria general de la OMM, la argentina Celeste Saulo, insistió en que no hay tiempo que perder: “Se deben adoptar reducciones drásticas en las emisiones de gases de efecto invernadero, y acelerar la transición hacia fuentes de energía renovable”, aseguró. Guterres por su parte abogó por recuperar el tiempo perdido, asegurando que “el mundo está aún a tiempo de evitar lo peor en materia de catástrofes climáticas”.

El cambio climático provocado principalmente por la acción humana se une la incidencia de El Niño, fenómeno ligado al aumento global de temperaturas y que comenzó a influir en el clima global en julio de 2023, según apunta la ONU.

Por eso, en 2024 los termómetros subirán aún más. “Dado que El Niño usualmente impacta más en las temperaturas globales después de alcanzar su pico, 2024 podría ser incluso más caluroso”, avanzó la secretaria general de la OMM.

Una nueva investigación dirigida por la Australian National University y publicada por el Global Water Monitor Consortium, subraya las consecuencias de la quema persistente de combustibles fósiles en los desastres naturales, los recursos hídricos, la biodiversidad y la seguridad alimentaria. 

“La falta de precipitaciones y las altas temperaturas exacerbaron las sequías de varios años en América del Sur, el Cuerno de África y alrededor del Mediterráneo. Las condiciones extremadamente cálidas y secas provocaron grandes daños ecológicos en los bosques más grandes del mundo. Grandes incendios forestales asolaron Canadá durante el verano del norte, mientras que la selva amazónica y los ríos descendieron rápidamente a una grave sequía a finales de 2023”, agregó.

Aumenta la desigualdad

Y las consecuencias van más allá de los desastres medioambientales, puesto que “la crisis climática está empeorando la desigualdad, afectando a todos los aspectos del desarrollo sostenible y minando los esfuerzos encaminados a eliminar la pobreza, el hambre, la enfermedad, el desplazamiento y la degradación medioambiental”, aseguró Celeste Saulo, quien sucedió al finlandés Petteri Taalas al frente de la OMM este mes.

Según el profesor Van Dijk, presidente del Global Water Monitor Consortium, durante las últimas dos décadas se ha producido un aumento de la temperatura del aire, sumado además a una disminución de la humedad del aire, lo que ha provocado un aumento del estrés por calor y de las necesidades de agua para las personas, los cultivos y los ecosistemas, al tiempo que se han intensificado las sequías. La humedad relativa del aire sobre la superficie terrestre mundial en 2023 fue la segunda más seca registrada después de la del año 2021, continuando una tendencia hacia condiciones más secas y extremas. 2023 fue el año más caluroso registrado en la Tierra, lo que muestra cómo podría ser un año futuro típico con un calentamiento de 1,5 grados Celsius.