La coalición EH Bildu fue fundada en 2011, a tiempo para presentarse por primera vez a unos comicios ese mismo año, en las elecciones municipales del 22 de mayo. Tras cinco meses, el 20 de octubre, ETA anunció el cese definitivo de su actividad, iniciando un proceso de disolución total que culminó siete años después. Desde entonces, EH Bildu ha emprendido un proceso de normalización que ha incluido un giro posibilista en Madrid, donde se ha erigido en uno de los apoyos fundamentales de Pedro Sánchez; y sustituir las reivindicaciones identitarias y territoriales por propuestas de carácter social. 

Ello no ha ocultado el mayor debe de la coalición soberanista, abjurar de forma nítida de su pasado connivente con la violencia de ETA y reconocer que nunca debió haber sucedido. Un baño de realidad que ha saltado al primer plano durante esta campaña y que, en cierta forma, ha desactivado la última actualización de Bildu, la renovación de sus planchas electorales, por la posición respecto al pasado de violencia expresada por el propio candidato a lehendakari, Pello Otxandiano. El que fuera director de programa de la formación estaba llamado a erigirse en cabeza de cartel en las autonómicas de 2028, pero el sorpresivo relevo acometido por el PNV, que situó a Imanol Pradales como aspirante a Lehendakaritza en lugar de Iñigo Urkullu, empujó a Arnaldo Otegi a hacerse a un lado y a acelerar los plazos en favor de Otxandiano.

Nacido en 1983, Otxandiano no ocupó ningún cargo en Sortu con ETA en activo, pero sus tesis se han demostrado no muy alejadas de las que podría defender el mismo Otegi. El actual coordinador general de la formación leyó en 2021, coincidiendo con el décimo aniversario del fin de ETA, un comunicado para mostrar su “pesar y dolor por el sufrimiento padecido” por las víctimas de ETA, que “nunca debió haberse producido”. 

Pronunciado en el simbólico marco del Palacio de Aiete de Donostia, se trata del listón alcanzado por estas siglas en materia de normalización. Insuficiente, a tenor de lo visualizado durante la campaña e incluso antes, cuando Otxandiano calificó a ETA de “ciclo político” superado de forma satisfactoria por la propia banda.

Cuotas de poder

En este proceso de blanqueamiento ha tenido un peso crucial el papel de su grupo en el Congreso, formado por seis diputados. La reunión que, en el contexto de la negociación para la investidura de Sánchez, mantuvieron el líder socialista y el secretario de Organización del PSOE, Santos Cerdán, con Mertxe Aizpurua y Gorka Elejabarrieta, de EH Bildu, en otros tiempos impensable, fue paradigmática. Pero no suficiente para ocultar las contradicciones en que sigue incurriendo esta formación, que ha pasado de rechazar las instituciones a tener como principal objetivo alcanzar cuotas de poder. También ha aparcado la vía unilateral y el proceso de construcción nacional y los ha supeditado a liderar las instituciones.