Imagínatelo: un día te acuestas siendo piloto con miles de horas de vuelo en tu haber y al siguiente te despiertas al volante de un taxi. No hay torres de control, no hay pistas de despegue… de hecho, ya no hay aeropuertos.
Eso es lo que les ocurre a los protagonistas de esta insólita conversación: dos expilotos que han tenido que “reciclarse” y cambiar la cabina de un avión por el asiento delantero de un coche urbano.

El piloto se lamenta: "no me acostumbro, no es lo mismo... pedir pista que poner el intermitente. "La copiloto, con una actitud más positiva, confirma la nueva realidad: los señaleros aparcan coches y los pilotos conducen taxis.
La adaptación no es fácil. Pasar de hablar con controladores a escuchar a un cliente que pide “gire en la próxima” tiene lo suyo. Pero, como toda tripulación sabe, la clave está en mantener el rumbo. Por eso, en medio de la reasignación surge el optimismo: "a nosotros lo que nos gusta es pilotar ¿no? Un avión, un taxi. Su lo piensas es casi lo mismo.

Porque, seamos sinceros, imaginar un mundo sin aeropuertos es tan absurdo como pensar que un taxi puede despegar. ¿O si?
Porque hasta que el piloto no sea Bruce Willis, la prota Mila Jovovich y la película esté dirigida por Luc Besson… el elemento más importante de un aeropuerto no son ni las torres de control ni los aviones, sino las personas.
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