A guerra ya sin cuartel entre Pablo Casado e Isabel Díaz Ayuso bate sus propios registros de patetismo y ridiculez. Y no nos engañemos, ustedes y servidor, que no somos muy partidarios de la causa gaviotil, lo pasamos en grande desde butaca de patio. El último y descacharrante episodio tiene a las cenas y las copichuelas de Navidad del partido en Madrid como motivo para el intercambio de zancadillas. Temeroso de lo que pueda ocurrir en esos espacios teóricos para la confraternización, el palentino de los másteres de pega ha ordenado que se suspendan todas y cada una de las francachelas. Tanto en Madrid, epicentro del pifostio interno, como en el resto de comunidades. La jodienda pasa de la anécdota a la tesorería. La mayoría de las agrupaciones locales ya habían reservado y la cancelación les va a salir por un pico. En Alcalá de Henares y Móstoles han palmado 8.000 euros del ala.

Por lo que nos toca más de cerca, la sucursal genovesa en la demarcación autonómica ha perdido el culo para anular el ágape, previsto para pasado mañana. Lenguas de doble filo aseguran que alguien había tenido la brillante idea de invitar a la chufla a la presidenta madrileña en carne mortal... y que ella había aceptado. Una pena, por el espectáculo que nos perdemos. Aunque no podemos quejarnos porque estaremos bien surtidos de bofetadas. A la hora en que tecleo estas líneas, Casado no ha tenido el cuajo de responder al último desafío de su antagonista. Ayuso quería oír de labios de su examigo que la prohibición de las celebraciones se debe a la pandemia, algo que chocaría frontalmente con la estrategia de barra libre de la lideresa.