Aunque con limitación de aforo y sin poder bañarse, los turistas han vuelto con entusiasmo a la famosa playa tailandesa popularizada por la película "La playa" de Leonardo DiCaprio, tras más de tres años de cierre debido al deterioro medioambiental.

"Hermoso, el sitio más lindo que he visto en Tailandia", dice Facundo, un turista argentino, justo antes de bajar a la playa de arena blanca y aguas turquesas situada en la isla de Phi Phi Leh, en el suroeste de Tailandia.

Como en la famosa escena de "La Playa" (2000), los turistas descienden a la arena asombrados por la belleza del paisaje de vegetación tropical y colinas que envuelven la playa en la bahía de Maya como si fueran gigantes calcáreos.

"Lo único que sabemos es que se había filmado una película y no sabíamos que era una reserva natural", explica Facundo, quien asegura que no le importa no poder nadar en la bahía si es para proteger el entorno.

Phi Phi Leh es una de las seis islas del archipiélago de Phi Phi, que forma parte del parque natural Hat Noppharat Thara-Mu Ko Phi Phi en el mar de Andamán y pertenece a la provincia de Krabi.

El parque está protegido con la excepción de Phi Phi Don, la mayor isla del archipiélago que acoge varios cientos de hoteles en sus 9,73 kilómetros.

El lugar ya era un destino turístico hace 40 años, pero la película protagonizada por DiCaprio, basada en la novela homónima de Alex Garland, hizo esa playa mundialmente conocida y pasó a ser el principal objetivo del turismo de masas en el país.

El parque natural, debido principalmente a la bahía de Maya, se convirtió en el más lucrativo del país hasta alcanzar en 2017 los 1,9 millones de visitantes, más del 80 por ciento extranjeros, y unos ingresos superiores a los 669 millones de bat (19,89 millones de dólares o 18,24 millones de euros).

Sin embargo, el exceso de turistas, botes y lanchas, en parte procedentes de Phuket y Krabi, contribuyó a que el entorno se deteriorara, principalmente en la paradisíaca bahía de Maya, donde murió hasta el 92 por ciento del coral.

Una media de 5.000 personas visitaban diariamente la famosa playa, en las que se formaban colas como en un supermercado y los botes y lanchas echaban el ancla en la bahía sin cuidado por los corales.

En 2018, las autoridades decidieron cerrar la bahía de Maya al público para rehabilitar el entorno marino y abrió en enero de 2022, unos tres años y medio más tarde.

La diferencia ahora es que solo se permite la entrada de 375 personas al mismo tiempo, durante una hora más o menos, y está prohibido bañarse en la bahía.

"El coral ha crecido desde el 8 al 15 por ciento y sigue aumentando. Han vuelto a la bahía los tiburones de punta negra (...) El coral crece muy lento", explica a Efe Thon Thamrongnawasawat, biólogo marino de la Universidad Kasetsart en Bangkok y asesor de las autoridades medioambientales.

"No hay atajos. Nos costó 20 años cerrarla (la bahía) y ahora nos llevará 10 o 15 años volver a su estado de hace 40 años", agrega el experto, que califica de suficientes las normas para proteger la bahía, aunque advierte del riesgo del calentamiento debido a la crisis climática.

Las restricciones debido a la pandemia de la covid-19 han contribuido a la mejora del entorno natural en Tailandia al provocar que el turismo cayera desde 39,8 millones de visitantes en 2019 a 420.000 en 2021, lo que redujo su impacto medioambiental.

En el parque de Phi Phi, la covid-19 hizo que los visitantes cayeran en 2021 a 239.841, el 95 por ciento de ellos tailandeses, y los ingresos se quedaran en 15 millones de bat (446.700 dólares o 408.977 euros), según los datos oficiales.

La recuperación progresiva del turismo implica un aumento de los visitantes al archipiélago, con decenas de botes y lanchas y cientos de personas practicando esnórquel en torno a Phi Phi Leh, excepto en la protegida bahía de Maya.

Incluso con el límite de aforo, se calcula que más de 4.000 turistas lleguen a visitar diariamente la playa, lo que es similar a la media antes del cierre en 2018.

El gerente del hotel SAii Phi Phi Island Village en Phi Phi Don, Chao Treenawongse, reconoce que el alto número de visitantes aún supone un riesgo para el entorno natural, ya que la bahía es una pequeña parte del parque, y propone que se limite el acceso de los barcos.