A lo largo de muchos años, durante mi juventud, la playa y el mar fueron mis refugios veraniegos favoritos. Fue solo de adulto cuando empecé a mirar al mar de otra manera. Más allá de los aliviadores chapuzones frente a los rigores climáticos, comencé a interesarme por el mayor y más enigmático continente del planeta con una mayor curiosidad científica -si se me permite esta arrogancia- para tratar de explorarlo y descubrir algunos de los misterios que aquél encierra. Uno de ellos es el fenómeno de las mareas. Es como si el mar jugase al escondite, y en el mar de Wadden este lance se puede observar en todo su esplendor, como en ningún otro lugar del mundo. Hablamos, ni más ni menos, que del Príncipe de las Mareas.

Caminar por el fondo

Debido a la bajamar y la pleamar, y a la escasa profundidad de sus aguas (el mar de Wadden es poco profundo, incluso en marea alta), este mar se seca dos veces al día. Es cuando se revelan sus grandes planicies arenosas y uno puede caminar sobre el fondo del mar y descubrir un paisaje lleno de vida. En esta insólita excursión uno puede encontrarse con los más diversos habitantes de las marismas: desde cangrejos comestibles, focas, marsopas, estrellas de mar, conchas y berberechos que pueden escarbar la arena a la velocidad del rayo, hasta sorprenderse con el multitudinario vuelo de numerosas especies de aves, entre otras la de los pintorescos dunlins.

"Los visitantes podemos entonces caminar por el fondo marino y conocer sus especiales comunidades bióticas y experimentarlas de cerca", afirma la doctora Petersen-Andresen. Es el momento, pues, de quitarse los zapatos. De hecho, emprendemos la caminata descalzos por el barrizal, ya que la experiencia es aún más intensa de esa manera y no avanzaríamos bien con zapatos en el terreno fangoso. Así que salimos a explorar el hogar de innumerables criaturas marinas. Es recomendable gozar de esta experiencia con la compañía de amigables guías o expertos eruditos del entorno, que te contagiarán su entusiasmo científico durante toda la jornada. El mar del Norte es, en efecto, el mayor sistema de marismas continuas del mundo. Es muy diferente a cualquiera que hayas visto antes. Surrealista y acogedor al mismo tiempo, al contemplarlo te invade la sensación de encontrarte en un mundo desconocido o de ciencia-ficción, que parece que tal descubrimiento solo te está sucediendo a ti. Este ecosistema único alberga a más de 10.000 especies vegetales y animales. No en balde, la Unesco lo ha declarado Patrimonio Natural de la Humanidad, que es el premio más alto posible para un sitio natural. El verdadero objeto de las ciudades es hacernos desear viajar a lugares como este.

La zona acoge a numerosos mamíferos marinos, como focas y marsopas.

El mar y sus islas

La fluctuación del nivel de los mares a causa de la acción gravitatoria de la Luna y el Sol, y la rotación de la Tierra, tiene un efecto muy especial en el mar de Wadden. Durante los períodos de bajamar aparecen ante el visitante, como un ensalmo, algunas islas a las que, paradójicamente, se puede llegar a pie, por lo que unas horas antes era (y es) el fondo del mar. La pantanosa isla Halling Gröde es una de ellas. Se trata de la comunidad independiente más pequeña de Alemania, en la que hay más ovejas que habitantes.

Otra alternativa para explorar este fondo marino es mediante el alquiler de pequeños barcos que se internan en el mar hasta su encallamiento en un punto concreto. A partir de ahí, el visitante desembarca para perderse en la dirección que le apetezca, para conocer el hogar de innumerables criaturas marinas, no sin antes desprenderse igualmente del calzado para comenzar la marcha. "Es una experiencia mucho más intensa que usando zapatos o botas, que complican un poco el avance por el terreno fangoso", aconseja Petersen-Andresen, muy conocedora de la zona que pisa. De hecho, la caminata descalzo por el barrizal se convierte en todo un evento social si se cuenta con la compañía de otros amantes del mar. Una experiencia así se mide mejor en amigos que en millas.

Cuidando la salud

El mar tiene un enorme poder para hacernos pensar en las cosas que importan. De ahí la relevancia también de respetarlo para garantizar nuestra supervivencia como especie y recibir de él múltiples beneficios para la salud. Las caminatas por las marismas no solo reducen el estrés y la ansiedad y estimulan el metabolismo alejando todos los pensamientos negativos, sino que pisar el fondo del mar e interactuar con esta parte de naturaleza, según el doctor Charlie Hall, "alimenta la autoestima y el bienestar psicológico en general".

Y es que vivir cerca del mar o disfrutar de una estancia temporal en su entorno contribuye a un completo bienestar reconstituyente. La mayoría de las personas que andan, pasean, juegan o se sientan frente al mar para contemplarlo, disfrutan de una relajante fascinación a la que llegan sin ningún esfuerzo para sacudirse el estrés de la vida diaria y hasta pueden llegar a dejar de sentir algún dolor crónico. Gerhard Muller, uno de los lugareños que habitan cerca del mar de Wadden lo confirma: "Yo soy un doble apasionado del mar. No solo me hace feliz estar entre sus aguas, sino simplemente mirarlo".

En tiempos de estrés y ansiedad, a menudo olvidamos que el mar (y otros entornos naturales) tienen un profundo impacto en nuestro bienestar mental. Wallace J. Nichols ha invertido décadas estudiando la atracción que el mar ejerce en muchas personas. Autor del libro Blue Mind, afirma que vivir cerca del mar o rodeados por él puede impulsar a la gente a sentir un estado de "suave fascinación", un estímulo de cierta intensidad que mantiene persistente la atención proporcionando un equilibrio reconstituyente que él llama, cómo no, Blue Mind.

Hay, en efecto, una hipnótica e irresistible atracción hacia la vida frente al mar que, al propio tiempo, te hace ser más consciente del maltrato que éste sufre por parte de la sociedad. Los que durante toda esta pandemia han tenido la suerte de aislarse en una casa frente al mar dicen que mirarlo cada día era como disponer de "un salvavidas".

Los amantes del mar no pueden imaginar ninguna circunstancia que les empuje a vivir en otro sitio que no sea junto a él. Así lo evoca un rotundo poema de Rafael Alberti: ¿Por qué me trajiste, padre, a la ciudad? ¿Por qué me desenterraste del mar?