Impulsión mixta que se autoabastece sin ataduras. Los actuales HEV (Hybrid Electric Vehicles) son herederos de los pioneros híbridos. Asocian un motor de gasolina (solamente Mercedes-Benz mantiene la apuesta por la hibridación de bloques diésel) con otro eléctrico, nutrido por un grupo de baterías. Ambos propulsores pueden actuar de manera alternativa o conjunta. Normalmente, el eléctrico interviene para iniciar la marcha y mover el coche a baja velocidad; recarga el acumulador con energía recobrada de las fases de retención y frenado. El bloque de explosión se activa cuando el acelerador solicita movimientos más alegres, normalmente al salir a carretera.

PROS Y CONTRAS

Los HEV dan lo mejor de sí en ciudad, sometidos a una conducción sosegada que evite la intervención del motor térmico. Consiguen así consumos y emisiones contaminantes mínimas, que justifican su etiqueta medioambiental ‘Eco’ mucho mejor que los ‘mild hybrid’. La cosa cambia en vías rápidas, en las que, incluso a velocidades legales, queman gasolina al acusar el esfuerzo de arrastrar el peso de las baterías. Con todo, homologan registros medios de gasto y CO2 del orden del 20% inferiores a las de los híbridos ligeros equiparables. El precio, en cambio, aumenta sensiblemente; un modelo de gama media puede costar unos cuatro mil euros más si se opta por la versión HEV en vez de por la de hibridación ligera.