A certeza de que el futuro será eminentemente eléctrico ha convencido a Fiat para renunciar a los motores térmicos en la última generación del 500. Esta remesa del emblemático utilitario presenta un automóvil completamente nuevo, aunque coherente con el estilo anterior, que sale a la venta impulsado en exclusiva por motores eléctricos. El de 70 kW (95 CV) promete una autonomía cercana a 185 km, que el de 87 kW (118 CV) aumenta a 320. Fiat amplía la oferta formal del 500 añadiendo a los envases cabrio y de tres puertas una alternativa 3+1 con un pequeño acceso trasero de eje de apertura invertido en el flanco derecho. El modelo eleva el nivel de dotaciones habitual en la categoría y propone cuatro puestas en escena; las oferta desde 24.900 a 37.900 euros. Quien, pese a todo, siga prefiriendo los propulsores tradicionales puede recurrir a la edición precedente del 500, que convivirá un tiempo con la recién llegada.

Los coches eléctricos no echan humo, pero su mercado está que arde. La movilidad sostenible se ha convertido en una suerte de moderno grial que la industria del automóvil persigue denodadamente. Con la descarbonización como meta, los fabricantes se afanan en la creación de automóviles sin emisiones para hacer limpieza medioambiental y, de paso, eludir las multas muchimillonarias prometidas por contaminar más de la cuenta. Esa inquietud con doble motivación está propiciando que los escaparates de los concesionarios -las calles no tanto- se llenen de automóviles parcial y totalmente electrificados. Son eficientes propuestas por las que el gran público aún no siente una necesidad imperiosa.

Entre las nuevas incorporaciones destaca el singular Fiat 500. El icónico utilitario italiano vuelve a reinventarse, como ya hizo para su resurrección en la era moderna. Ahora lo logra reconvertido en eléctrico, postulándose como uno de los favoritos entre los pocos modelos de su índole capaces de quedarse con la gente.

Por diseño y por concepto, el 500 contemporáneo es un caprichoso utilitario que entra por los ojos antes que en la cabeza. Seduce primero, para luego convencer con indudables méritos. A la lista de los mismos agrega ahora la sostenibilidad, aportada por un sistema de impulsión cero emisiones. La entrega 2021, construida sobre una plataforma original, expresamente concebida para vehículos eléctricos, presenta rasgos acordes al estilo de la casa. La respetuosa y lógica evolución del diseño anterior resulta fácilmente reconocible. Revela su naturaleza eléctrica exhibiendo un rostro enmascarado, carente de parrilla, y prescindiendo de tubos de escape.

El primer modelo a pilas de Fiat -con permiso del 500e que se vendió en EE.UU.- simplifica su oferta motriz, limitándola a dos variantes. En cambio, diversifica la formal proponiendo tres tipos de carrocería, adornadas por cuatro calidades de terminación.

La casa italiana opta por brindar dos niveles de rendimiento, adecuados a destinos bien diferentes. Abre el catálogo planteando una variante con 70 kW (95 CV), provista de una batería de 23,7 kWh que garantiza una autonomía estimada en 185 km (el dato está pendiente de homologación WLPT). Esta motorización, reservada al acabado más modesto de la carrocería de tres puertas, resulta adecuada para moverse primordialmente en escenarios urbanos, con desplazamientos cortos.

La alternativa a esta versión suministra 87 kW (118 CV). Gana, por tanto, agilidad y, sobre todo, versatilidad. Se nutre de una batería más capaz, con 42 kWh, gracias a la cual consigue un alcance máximo de 320 km; su radio de acción aumenta hasta 460 km si se circula únicamente entre calles. Consigue 150 km/h de velocidad máxima y progresa en 9 segundos de 0 a 100 km/h (la mecánica menor firma 135 km/h y 9,5 segundos).

El Fiat 500 emplea transmisión automática; sustituye la palanca de marchas por cuatro botones en la consola central (P, R, N y D) para determinar el avance o bloquear el movimiento. Más fácil, imposible.

Además, incorpora desde el acabado medio un selector de modos de conducción que da a elegir tres tipos de respuesta. El Normal depara un comportamiento idéntico al de un coche convencional. En cambio, la función Range intensifica la retención al soltar el acelerador, con el fin de fomentar la recuperación de energía para recargar la batería; cuesta un poco coger el tranquillo a la sensación de no tener que pisar apenas el freno, puesto que el coche comienza a detenerse por sí mismo nada más levantar el pie derecho.

La modalidad de manejo Sherpa es aún más intrusiva, ya que extrema esa retención al soltar el acelerador Altera la respuesta del mismo, limita la velocidad a 80 km/h e inhibe el funcionamiento del climatizador y del sistema de desempañado de retrovisores; persigue con ello extender todo lo posible la autonomía. Cuando esta llega al borde del agotamiento (menos de 24 km) entra en acción el denominado modo tortuga, que acota la potencia del motor y bloquea componentes no esenciales para minimizar aún más el consumo energético.