ELISA vuela alto y aunque la frase suene hecha, en su caso es una verdad como un templo porque ella es la dueña de la cabina. Pero Martija, piloto de vuelos comerciales, no solo vive en las nubes ya que también integra Volotea-Bizikume, un equipo ciclista en el que la mujer es la protagonista. Y es que no contenta con ser la dama del aire, pretende serlo también del asfalto. Su historia surcando los cielos empezó hace algo más de dos décadas cuando con 19 años comenzó a estudiar su profesión de piloto en Estados Unidos y España. “Luego me saqué el título de instructora y estuve trabajando en Cuatro Vientos dando clases a futuros pilotos. En el 2002 entré en Aeronaves del Noroeste volando aerotaxis, ya sabes llevando gente VIP”, resume rápidamente Elisa Martija quitándose importancia.

Pero ha sido su trayectoria de diez años con la Organización Nacional de Trasplantes lo que le ha dejado una huella más profunda. “Es un dispositivo organizado al milímetro. Están los médicos, el piloto, la ambulancia que viene a pie de avión. Cogíamos a los médicos en cualquier lugar de la península y los llevábamos a los hospitales de referencia. Esperábamos allí cuatro o cinco horas y luego los trasladábamos de vuelta. Por algo somos líderes mundiales en donación y trasplantes de órganos”, se felicita. Allí permaneció hasta 2016 cuando entró a trabajar en Volotea, decidida a cambiar de registro profesional.

Martija es una rara avis en un universo que todavía es casi estrictamente masculino. Lo corrobora el Sindicato Español de Pilotos de Líneas Aéreas (SEPLA) que asegura que en España las mujeres aviadoras suponen tan solo el 3,5% del total. En la flota de Volotea, sobre una plantilla de unos 270 pilotos hay menos de diez. “Este año ha bajado el número porque unas cuatro o cinco se han cambiado a otra compañía que les ofrece una base que les encaja mejor con su lugar de residencia. A mí Bilbao me viene bien porque aunque soy de Oñati, vivo en Mungia”, explica esta mujer que demuestra cada día que comandar un avión no es solo cosa de hombres. “Cuando yo empecé, en mi promoción éramos 25 y yo era la única mujer”, comenta resignada.

Su afición a las dos ruedas vino después de su querencia por los aviones. “He podido cumplir mis dos pasiones que son volar y andar en bicicleta. De hecho, si no hubiese sido piloto, hubiera estudiado en el INEF, la Facultad de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte”. Su amor por la bici dura ya unos diez años, aunque antes había flirteado muy en serio con el balonmano y había coqueteado con multitud de disciplinas deportivas, “según el tiempo del que disponía, practicaba montañismo, piscina... y cuando me estabilicé a nivel laboral, empecé con la bici porque una vez que pruebas a andar, te engancha”, asegura. Y como el cielo nunca es el límite, corre con el equipo Volotea-Bizikume presentado el pasado mes de septiembre y que patrocina la compañía aérea para dar visibilidad al ciclismo femenino en Euskadi y al deporte femenino en general. “Somos cuatro en el equipo y el objetivo es animar a más chicas para que practiquen ejercicio”. Han participado ya en la Madrid-Lisboa a finales de septiembre y en marzo harán la Bilbao-Bilbao. Conciliar el trabajo con los entrenamientos no siempre es fácil. “En otoño e invierno tengo más tiempo porque no se vuela tanto. Y cuando llegan las épocas fuertes de pruebas cicloturistas y más vuelos, lo compagino como puedo”, afirma esta mujer valiente a la que le gusta ver la vida a vista de pájaro.