HIDENAO Dohino no es un turista más. La curiosidad y pasión investigadora de este historiador japonés, natural de Yokohama y de 24 años de edad, ha acabado poniendo la mirada de sus ojos rasgados en Euskadi. Cursó Historia Occidental en Tokio para después decidir completar su formación realizando un Master de Historia Moderna de España en Madrid. Pero antes, en 2014, pasó tres semanas en Salamanca “estudiando castellano en una academia pero no mejoré demasiado”, recuerda. A partir de esa experiencia comprendió que “no tenía que pagar para aprender, lo mejor era venir, viajar solo y hablar con la gente”. Y con esa intención, compatibilizó sus estudios en Japón con el trabajo “para ahorrar dinero y en vacaciones poder recorrer España durante tres semanas o un mes”.

Su organigrama de viaje se basaba en los libros de historia que leía. “Apuntaba los sitios que se mencionaban para después visitarlos”. Así, poco a poco y con constancia, “he estado en todas las provincias, excepto algunas como Huesca y Albacete”. En 2015 llegó el turno del País Vasco. “Vine a ver Bilbao, San Sebastián, Gernika? Por entonces desconocía que aquí había un idioma propio y la importancia que tenía. Como yo era extranjero, nadie me hablaba en euskera”. Hasta que acudió a visitar el Museo de la Paz. “Allí me fijé en que la palabra exposición estaba escrita de dos formas diferentes. Fue mi primer contacto con el euskera”.

La casualidad hizo que después conociera en Cuenca “a una mujer que tenía familia en el País Vasco”. No dominaba la ancestral lengua “pero me enseñó a decir kaixo, zer moduz o eskerrik asko”. En ese momento, Hidenao se propuso estudiar también euskera. “Empecé en Japón, tras sacar el título de español, en una universidad especializada en idiomas extranjeros. Allí aprendí, sobre todo, gramática”. Una vez asentado en Madrid para realizar el master, “me apunté a clases en la Euskal Etxea”. El flechazo era ya una realidad, hasta el punto de que, al menos, un fin de semana al mes “venía a Euskadi para hablar con la gente y practicar”.

Así, gracias a su simpatía y sociabilidad, ha conseguido crear vínculos en Lekeitio “donde tengo muchos amigos y hay dos cuadrillas que me reciben y me acogen muy bien”. En su estrategia para conocer cada vez más gente, las tabernas son siempre su primer destino. De hecho, “en la Herriko de Lekeito me guardan periódicos en euskera para que me los lleve a Madrid o a Japón”, en Txondorra, de Bilbao La Vieja, hizo amistad con “Mikel y Txus que, cuando no hay mucha gente, cambian el estilo de música y me hablan en euskera” y en un bar de Dima “vi por primera vez a un txikitilari y un bertsolari que me improvisó unos bertsos sobre mi ciudad, Yokohama, y lograron emocionarme”.

Su red de contactos ha llegado hasta Orozko, a conocer al investigador Iñaki García Uribe y formar parte de la asociación ‘bel’ que se centra en la recuperación de ermitas de Bizkaia. “Me interesa mucho porque un tema de mi investigación se centra en la gente del País Vasco. Y en épocas no muy lejanas, las ermitas tenían mucha importancia en su vida cotidiana”. Y tantas visitas a Bizkaia han logrado que Hidenao se convierta también en seguidor del Athletic “desde que me llevaron a ver un partido a San Mamés”.