DE niño, el artista Eduardo Hurtado jugaba a crear cabañas, espacios secretos en los que podía, jugar a abstraerse de la realidad. De mayor, este vallisoletano afincado en Bilbao desde 2006 ha hecho realidad aquel sueño infantil. El Gabinete se ha convertido en ese refugio que se cierra por dentro y en el que solo entra quien él quiere. Es ahí donde Eduardo Hurtado desarrolla además su trabajo y da forma a los proyectos que desarrolla. “Las cosas no se anuncian; a la hora de plantear las actividades soy yo el que invito a la gente... No hay convocatoria pública”, relata el artista.

Es un espacio destinado a la reflexión sobre el cuerpo y el texto -recalca- donde entran ocho o diez personas, es para grupos reducidos, no es de uso público... “Es donde yo pienso. Tiene que ver con el pensamiento, más con la reflexión que con la acción. Ahora estoy dedicando tiempo a la biblioteca, no es muy grande, pero tiene mucha variedad”.

Licenciado en Bellas Artes, Hurtado se graduó en un posgrado en Historia Contemporánea por la UPV/EHU e hizo la residencia de doctorado en Oxford. Ha recibido diferentes premios y becas dentro del ámbito del análisis cultura y el comisariado, entre lo que destaca Labore, Generacione, Inéditos de Caja Madrid y la beca de investigación del Centro cultural Montehermoso. Ha expuesto su trabajo como artista en diferentes espacios, ferias y centro de arte como el Instituto Cercabentes de Berlín, el centro Párraga, Valentí de Roma, el Museo Guggenheim de Bilbao... En la actualidad está en el camino de acabar su tesis. “Toco diferentes palos”, afirma.

Interesado en las pedagogías experimentales Eduardo Hurtado ha llevado a cabo además el proyecto Extraescolar, una taller continuo sin objetivos concretos que tiene lugar a lo lago del curso, con dimensión variable, con un grupo de adolescentes estudiantes de bachillerato.

El artista ha vivido en muchos lugares, desde Cádiz a Canarias pasando por Madrid, Barcelona, Santander..., pero es en Bilbao donde ha formado una familia y donde asegura sentirse a gusto. “Siendo una gran capital, en Bilbao pasan cosas sin que sea muy abrumador. Es un espacio muy intercultural, una ciudad muy conectada con lo que está pasando. No abruma en escala, es una ciudad de escala humana. La idea de vecindario me encanta”, confiesa. Y fue en uno de los barrios de la capital vizcaina -prefiere mantenerlo en secreto- donde Eduardo Hurtado montó su cabaña secreta: “La gente cuando entra dice..., pero ¿qué es esto? Es un espacio muy relacionado con los cafés del siglo XIX, esos espacios de tertulias que ahora apenas hay”.

En opinión de este artista en la actualidad escasean los lugares para el diálogo, para la conversación... “En El Gabinete no hay wifi y todas las dinámicas que imperan son de tipo analógico. Se escribe a mano, se hace el café en puchero, el tiempo es otro, no es tiempo en el que estamos viviendo ahora”, apunta. El Gabinete, por lo tanto, es mucho más que un taller, aunque de vez en cuando organizan exposiciones de artistas; es algo diferente a uno de esos espacios alternativos del arte que han ido creciendo en los últimos años. A su dueño le gusta definirlo más como “una herramienta para construir con el otro”. Y añade: “Es un espacio privado en el sentido más privado del espacio”. Cuando la gente entra, siente el espacio como en un refugio. Las lógicas del tiempo y del espacio que hay fuera no entran, es un local pequeño, con una luz muy tenue donde hay velas, licores... “Intento generar una atmósfera en la que la gente se sienta a gusto, cómodos y tranquilos”.