aUNQUE Artajona (Artaxoa, en euskera) no llega a los 2.000 habitantes, es una localidad famosa porque fue reino, con vecinos y vecinas con fama de valientes, y porque, además, cuenta con una de las zonas amuralladas más famosas de Nafarroa. Por sus calles empedradas se volverá a celebrar el domingo su famosa y curiosa carrera de layas, entre múltiples caídas y risas.

Ubicada en la zona media de Nafarroa, Artajona celebrará este fin de semana sus fiestas en homenaje a su patrón, San Saturnino, con un amplio programa en torno a su famoso Cerco de la Edad Media, de visita obligada. Es un conjunto amurallado del siglo XI que originariamente tuvo 14 torreones almenados, de los que solo quedan nueve, unidos por el camino de ronda.

Se puede acceder libremente al recinto a través de sus dos primitivos puentes: el de San Miguel y el de Remahua. El conjunto, que incluye un castillo, protege a la iglesia-fortaleza de San Saturnino, con su portada gótica de fines del XIII. Precisamente una misa en el Cerco da inicio a la fiesta hoy, a mediodía, antes de la degustación de castañas en la Chofeta, acompañada por gaiteros y una comida de hermandad de jubilados. Después, poteo con la txaranga Forrista y torico de fuego por la calle Hospital.

Mañana tendrá lugar el XXVIII Cross San Saturnino, en el polideportivo, a las 10.30 horas, y por la tarde se ofrecerá Bidaibizitzen, del grupo Zirkun Zirko, un espectáculo bilingüe de marionetas, teatro y circo; así como un concierto de Marcos Muruzabala, en la plaza de La Fruta.

día grande El domingo es el día grande de las fiestas. Arrancará con un pasacalles de los gigantes desde La Quinta, poco antes de mediodía y previo a la misa. A las 13.00 horas se inicia el acto principal con la subida de gigantes y layas a la plaza de Los Fueros para bailar, y, a las 13.15 horas, la XXVI subida al Cerco en layas, en la que suelen participar una treintena de jóvenes y adultos, de ambos sexos, y una decena de txikis.

Los participantes del pueblo y localidades vecinas, vestidos de caseros, luchan por ser los primeros en llegar al Cerco. Y no es tarea fácil, ya que las caídas están aseguradas al tener que ascender por una cuesta empedrada subidos en layas, aperos de labranza ya en desuso utilizados hasta el siglo pasado en el campo para voltear la tierra. Los actos se alargarán por la tarde con toricos de ruedas y de fuego en la calle.