AESTRO Li, por qué todos los japoneses somos iguales?", pregunta una voz. "No soy el maestro Li", responde otra. Bien pudiera haber vivido un episodio semejante el padre Arrupe en Japón. Les cuento. El 6 de junio de 1938 recibió una carta del padre general destinándolo a la misión de Japón, misión que había solicitado ya muchas veces a sus superiores. El 30 de septiembre embarcó en Seattle rumbo a Yokohama. Después de varios meses de aprendizaje de la lengua y costumbres japonesas, en junio de 1940 fue destinado a la parroquia de Yamaguchi, tan llena de recuerdos de San Francisco Javier. No conseguía adeptos a la fe cristina.

Al día siguiente de entrar Japón en la II Guerra Mundial, 8 de diciembre de 1941, lo meten en la cárcel acusándolo de espía. Lo recluyen en un cuartucho de dos por dos metros. Pocos meses después lo nombran maestro de novicios. Partió para el noviciado de Nagatsuka, una colina a las afueras de Hiroshima.

El 6 de agosto de 1945, a las ocho de la mañana, Arrupe fue testigo de la explosión de la bomba atómica sobre Hiroshima. Mientras decía misa, una explosión lo arrojó al suelo. Al mirar por la ventana, se dio cuenta de que aquello no era un bombardeo más, sino algo nuevo y terrible. Inmediatamente, envió a unos novicios a buscar ayuda y alimentos, y él corrió con el resto a Hiroshima para rescatar a quien pudiera, y convirtió el noviciado en un hospital de emergencia. Más de ciento cincuenta personas, abrasadas por la irradiación, fueron atendidas por una comunidad que apenas contaba con medios y elementos para ello, con los conocimientos de medicina que guardaba. Más tarde, Arrupe escribió un libro sobre esta experiencia: Yo viví la bomba atómica. Fue nombrado superior de todos los jesuitas en Japón, con el cargo de viceprovincial el 24 de marzo de 1954.

Viene al caso este episodio habida cuenta que se detiene esta búsqueda de rincones en la calle Padre Lojendio (más tarde les daré noticias del porqué...), donde se aposenta Arrupe Etxea, hoy ya en la segunda década del siglo XXI. El edificio busca respuesta a una legendaria pregunta de Pedro Arrupe. "Es mucha verdad que los problemas nos desbordan y que no lo podemos todo. Pero lo poco que podemos, ¿lo hacemos todo?", se preguntaba quien fue el 28º prepósito general de la Compañía entre 1965 y 1983.

Miremos el pasado del edificio enclavado en Padre Lojendio. Uno de los hospitales de la red creada por el Gobierno vasco durante la guerra civil fue el de San Luis Gonzaga. Este hospital se situó en lo que entonces era la sede de la congregación marianistas de los Luises. Cedido por el Centro Católico de los Luises, disponía de salas para consulta médica, salas de observación y de radiografías, quirófano, y un total de 150 camas. Se encontraba en la por aquel entonces llamada calle de la Paz, hoy en día Padre Lojendio.

Fue utilizado como hospital entre septiembre de 1936 y junio de 1937 y estuvo dirigido por el doctor José María Gondra. Algunos de los médicos que impulsaron su creación eran miembros de Solidaridad de Trabajadores Vascos, y en este edificio nació Euzko-Gexozain Bazpatza. Esta asociación de enfermeras tuvo cedida una planta en el Hospital de San Luis hasta que fue trasladada tras la creación de la Jefatura se Sanidad Militar, que se hizo cargo de la red de hospitales, incluyendo este de San Luis.

Cuentan las crónicas que los pacientes más habituales fueron heridos de bala o metralla, tanto llegados del frente como civiles heridos en los bombardeos aéreos. Las enfermedades más frecuentes fueron infecciones respiratorias y diarreas. El hospital también realizó exámenes a personas que alegaban estar enfermas para no acudir al frente. Fue clausurado a los pocos días de la llegada de las tropas franquistas a Bilbao. Desde el año 2006 el edificio acoge la Fundación Arrupe Etxea de la congregación de los Jesuitas, habiendo sido antes sede de las congregaciones de Luises, Kostkas y Caballeros de San Ignacio. Ha sido, y es, un edificio con historia. Y fue proyectado por el arquitecto bilbaino Emiliano Amánn Amánn.

El edificio Arrupe Etxea, entendido como tal, fue fundado en 2006 para acoger instituciones de los sectores social y pastoral de los jesuitas en Bilbao. Alberga instituciones y programas que trabajan en los ámbitos de la justicia, la cultura y la fe:, la Fundación Alboan, la Fundación Ellacuría, el Centro Loyola, el Grupo Comunicación Loyola, CVX, grupos Magis... Todas son instituciones vinculadas a la Compañía de Jesús. La residencia de jesuitas San Ignacio también se encuentra en Arrupe Etxea. Esta comunidad se ha sumado a la Campaña de Hospitalidad y se ha convertido en comunidad de acogida.

De la calle Padre Lojendio, tenía que hablarles. Lleva ese nombre desde el 31 de enero de 1964 pero tiene una historia mucho más larga. Desde el 16 de marzo de 1871 se le llamó Calle La Paz. Se le impuso como recuerdo al término de las contiendas conocidas como zamacolada, suceso ocurrido en agosto de 1804, cuando se otorgó la concesión para construir el Puerto de la Paz en la anteiglesia de Abando, amparado por Godoy, duque de Alcudia y Príncipe de la Paz que se anunciaba como competencia al puerto que regentaba el Consulado de Bilbao, cuestión que provocó sucesivos motines y algaradas. Hoy es tierra tranquila pero tuvo, como ven, una historia agitada. l