A mitología concede a su canto un poder arrebatador pero no hay ciencia que acredite su existencia ni el poder cautivador de su voz. Aunque, como les digo, jamás se ha demostrado la existencia de los sirenos, alrededor de las hogueras de campamento de la historia existen narraciones de marinos que aseguraron verlos, entre ellos hombres que viajaban con Cristóbal Colón y otros con el navegante Henry Hudson, quien buscó el paso a la India en diversas exploraciones y da nombre al río Hudson que tanta fama se ha ganado en la bahía de Nueva York. No hay pruebas científicas que demuestren su existencia pero...

En lúgubres talleres de Asia se fabricaban antiguamente una suerte de sirenos para venderlos a los marineros como souvenirs. De costumbre se fabricaban a partir del tronco de un mono al que le cosían la parte inferior de un pez. Del agua de estas creaciones, el sireno más famoso fue la llamada sirena de Fiyi, que tenía 90 centímetros de longitud y una apariencia repugnante. En 1842 el Boston Museum la vendió al promotor de espectáculos P. T. Barnum, la cual se convirtió en la mayor atracción del Gran Museo Estadounidense de Barnum en New York. Posteriormente sería expuesta en el Museo Peabody. La sirena Fiyi fue muy popular y dio origen a decenas de imitaciones. Es la única huella tangible de esta leyenda.

¿La única? Sí, si se tiene en cuenta un punto de vista biológico, porque en la imaginación un sireno a dado juego a un sinfín de caracterizaciones artísticas, bien en la literatura como la pintura, la escultura, la fotografía o el cine. Comienza aquí una de esas historias...

Todos lo conocen como el sireno de Getxo, y bien es cierto que, tras un tiempo varado en el Puerto Viejo de Algorta, se ha ganado a pulso su nombre. Es una obra del argentino Marcos López, quien aclara que, en realidad, esta creación del robusto hombre de torso desnudo y cola de pez se llama El sireno del Río de la Plata.El sireno del Río de la Plata Digamos, por tanto, que es mitad vasco, mitad argentino. Escuchemos su aparición.

Desde el 15 de diciembre de 2010 esta conocida fotografía en color está localizada como obra de arte pública en el muelle del puerto viejo de Algorta. Cuenta con tres metros de alto por poco más de metro y medio de ancho, y como bien saben los vecinos y visitantes de esta conocida localidad vizcaina, la vista de su torso y cola sobre las aguas marcan el estado de la marea, desde la bajamar a la pleamar. Aparece y se va jugando con las mareas, “como una mujer perfumadita de brea”, como cantaría Joan Manuel Serrat en su inmortal Mediterráneo.

Desde el comienzo de Getxophoto, allá en 2007, la obra del artista Marcos López se ha exhibido en diferentes localizaciones entre las que destacan el ascensor de la playa de Ereaga, la playa de Arrigunaga y el Puerto Viejo. Siempre ha levantado expectación, pero nunca una ola tan grande como la que alcanzó con el sireno. En alguna ocasión el artista ha contado las fuentes de su inspiración. Por una parte, Marcos trata de modificar algunos iconos culturales de la historia europea. Por otra, representa las migraciones de los latinoamericanos que vienen a trabajar a Europa. “América Latina siempre estuvo mirando a Europa, y yo lo revierto. Entonces me invento mi propio sireno, que casualmente es del Río de la Plata, por donde entraban los conquistadores a buscar el oro de América”, ha señalado en alguna ocasión. En su afición por los juegos y cambalaches, el creador asegura que a la sirenita de Copenhague la transformó en un sireno de la Plata, protagonista de esta historia. Y La última cena, de Leonardo da Vinci, la retrató al mediodía, comiendo un asado con amigos.

El Sireno de Getxo luce en el Puerto Viejo por segunda vez. Ya estuvo allí con motivo de la segunda edición del Festival Internacional de Fotografía, Getxophoto. Precisamente su buena aceptación la convirtió en una especie de icono y llevó al colectivo Begihandi, organizador del festival, a idear un proyecto para instalar el Sireno.

Los promotores de la idea contactaron con el arquitecto Xabier Goikoetxea. Su misión era diseñar la estructura que debía soportar esta imagen impresa en vinilo de alta adherencia sobre lamas de acero inoxidable con unas dimensiones de 170 por 300 centímetros y 258 kilos de peso. El resultado fue un conjunto de 30 tubos rectangulares de acero inoxidable ensartados interiormente con cables que cuelgan de varias argollas del muelle. En el montaje primó la seguridad, por lo que los cilindros están protegidos en cajas herméticas y los cables rodeados de goma espuma para evitar accidentes a bañistas o visitantes.

La presencia de esta obra a orillas del Cantábrico ha traído consigo un buen puñado de anécdotas. Las más llamativas han sido dos. La primera habla de los hosteleros del Puerto Viejo quienes desarrollaron, junto al reconocido cocinero del Restaurante Etxanobe, Fernando Canales, un pincho inspirado en la obra, el Pintxo Sireno. Como el Sireno es medio hombre y medio pez, elaboraron un pincho mitad carne y mitad marisco. La creación gastronómica se plasmó en una brocheta de kebab mixta de langostino, pollo y alguna alga de esas que tanto le gustan al Sireno, y para que hubiese un unte sabroso que enriqueciese todo el bocado se elaboró un sabroso ketchup vasco preparado con buenos tomates de huerta, pimiento choricero, anchoas en salazón, miel y vinagre de sidra. Quienes lo probaron aún recuerdan aquellos sabores cautivadores. Casi tanto como el canto de sirenas, que diría un clásico.

El 10 de diciembre de 2013 el Sireno fue sustraído del muelle del Puerto Viejo. Tres personas reivindicaron el robo con fines ecologistas a través de un vídeo colgado en YouTube. En él aparecían con los rostros cubiertos y portando pistolas de juguete y al fondo, la imagen del Sireno. El día de fin de año el Sireno fue liberado frente a la casa del alcalde de Getxo, donde lo dejaron sus secuestradores tras tres semanas de cautiverio, a pesar de que sus reivindicaciones (algunos cambios en el plan urbanístico de la localidad y el reparto de 1000 retoños de árboles autóctonos entre los vecinos) no se habían satisfecho. Agentes de la Unidad Científica de la Ertzaintza tomaron huellas de la pieza, para trasladarla a continuación a la comisaría de la policía autónoma en Erandio, donde fue analizado.