E aquí, ante los ojos del pueblo que aún admira ese enclave en pleno siglo XXI, la huella del paso de los siglos. Con los años ha sido tierra y fortaleza de señores feudales, puerto fluvial y campo de siembras de la pujante energía de su tiempo, convirtiéndose, desde 1968, en una refinería de petróleo y sus derivados sin que se hayan perdido los vestigios de aquel pasado. A las puertas del Cantábrico, este espacio cogió vuelo en el siglo XIV y desde entonces se ha convertido en una tierra elegida para Bizkaia. Su historia, no cabe duda, va de una novela de caballería hasta un escenario de ciencia ficción, hasta el punto que aún hoy no faltan hombres y mujeres que se asombran con sus semblanza al anochecer, cuando las luces le dan un aire casi mágico.

Eran los días duros, en el corazón de aquella Edad Media violenta y fogosa que boqueba, que iba agotándose. En un pestañeo es menester recordar que fue entonces cuando proliferaron las llamadas guerras de bandos o guerras banderizas, una serie de enfrentamientos violentos en pos de las tierras. En el caso de Bizkaia, los bandos estaban muy claros: los Butrón dominaban la margen derecha del Nervión mientras que los Salazar lo hacían en la orilla contraria.

Ese fue el motor de arranque de esta historia. El actual Castillo de Muñatones. Un ir y venir de momentos históricos que tuvieron lugar entre el siglo XI, donde se calcula la fecha de construcción de la torre original, el siglo XIII, cuando se produjo la modificación de la torre por Lope Garcia de Salazar y los siglos XIV y XV, testigo férreo de las citadas guerras de los bandos. Actualmente, el Castillo de Muñatones es el único castillo de Bizkaia que conserva la mayor parte de las características originarias de su época.

La obra inicial de esta fortaleza se sitúa en torno a 1339 y se debe al matrimonio de Juan López de Salazar e Inés de Muñatones y para su ubicación eligieron un emplazamiento estratégico, el solar de San Martín, situado entonces junto a un puerto fluvial ya desaparecido y al trazado de la calzada costera que llevaba de Portugalete a Castro Urdiales. En la segunda mitad del Siglo XIV, Juan Sánchez remoza las murallas y entre 1439 y 1446 su nieto, Lope García de Salazar, renovó todo el conjunto.

Estamos, por tanto, ante un espacio único, una de las ultimas casa torre con rango de castillo de todo Euskadi. Esta fue la mayor argumentación para declarar este espacio vasco como Conjunto Monumental. Los amoríos entre las grandes familias del momento, las desavenencias entre padres e hijos y las ansias por controlar Bizkaia, llevaron al castillo de Muñatones a ser el epicentro de los episodios más relevantes de la Bizkaia medieval. Todo ello es contrastable gracias al legado histórico que Lope Garcia de Salazar dejó escrito en su obra Bienandanzas e fortunas, un libro, en el que se recopilan mil y un avatares de la época.

El castillo de Muñatones es, en apariencia, una estructura muy simple, una edificación, que, formada por dos recintos amurallados, un foso y una torre, demuestra el poder adquisitivo de una de las familias más importantes de la época. Todo comenzó con la construcción de la casa torre, un núcleo sobre el que se fue construyendo el resto de elementos hoy a la vista. Este conjunto arquitectónico cuenta con dos recintos defensivos, el primero de ellos, de forma cuadrada, con un cubo en cada una de sus esquinas, estaba rodeado por un foso sobre el que existía un puente levadizo. El segundo recinto, más antiguo, más simple, únicamente contenía almenas y saeteras. Más que suficiente para lograr resistir todos los ataques de los bandos enemigos.

Mirémoslo al microscopio. La torre actual esconde los restos de la torre originaria tras sus muros. Los tres escudos ubicados en la parte superior de la puerta principal, representan a las tres familias que formaron una de las alianzas más importantes de Euskadi: los Muñatones, los Salazar y los Butrón. Asaltar uno de estos castillos era misión imposible en aquella época y este tipo de fortalezas se defendían con apenas doce soldados pese a que el foso que rodea el castillo nunca tuvo agua, por muy cerca de la mar que estuviese.

Pasan los años y la historia reciente del Castillo de Muñatones comienza en 1944, momento en el que fue declarado Monumento Histórico - Artístico, junto con el resto de edificaciones que forman el conjunto de Muñatones (palacio y ermita). Poco después, en 1949, la Diputación Foral de Bizkaia compro el castillo con el fin de restaurarlo y abrirlo al público. El Palacio Salazar, tuvo una época en la que estuvo estrechamente vinculado con el turismo de nuestra tierra, pues fue cedido al Ministerio de Turismo para su uso como parador entre los años 1968 y 1973. A partir de este año, Petronor adquirió todos los terrenos y edificaciones colindantes al Castillo Muñatones, convirtiendo el palacio en las oficinas de la empresa.

La localización de Petronor en Muskiz se debe a la participación directa en la empresa de Isidoro Delclaux Aróstegui que propuso este enclave a sus promotores, en un momento en que era vicepresidente de la Junta de Obras del Puerto. La idea de ubicar una refinería cerca del puerto combinó dos necesidades: la de la instalación de una refinería y la solución de un problema evidente de financiación a la Junta de Obras del Puerto que en 1967 ya había comenzado a plantear la ampliación del Puerto exterior.

Esta situación estratégica junto a un puerto dotado de elevada capacidad para los atraques y conectado con las redes de oleoductos hizo exitosa su instalación. Productos petrolíferos como gasolinas, fuel-oil, gasóleos, naftas, butano, propileno, propano, keroseno, carburante para reactores, haxano, alfaltos y azufre han salido de sus entrañas. Petronor fue en 1986 la primera refinería española en producir gasolina sin plomo. Como símbolo de su origen y afinidad hacia sus raíces, Petronor asumió como emblema comercial una P dentada, imitando las almenas del Castillo de Muñatones. Un punto destacado en la historia de Petronor ha sido el acuerdo con el Athletic para el patrocinio de la camiseta, dado que fue la primera empresa en colocar su publicidad en la vestimenta del equipo bilbaino por primera vez en su larga vida.