L edificio del que hoy traigo noticia tiene su crónica histórica que bien pudiera leerse como una trepidante novela de caballería; una mirada arquitectónica, que esconde el secreto de algunas singularidades y un alma indómita que le recorre entre las piedras, como si fuese la sangre que le riega para la vida. Hay más así, claro está. Hablamos de Bilbao, una tierra donde la arquitectura está hermanada con la historia, que en el caso de la villa ha sido trepidante y cargada de satisfacciones y tragedias, de sangre y lágrimas de alegría. Aunque si tenemos que elegir un líquido que amalgame toda la ciudad, no tenga duda: el sudor que nace del esfuerzo es el elegido.

Dicho queda. Les diré, les hablo de Sabin Etxea, que no es hoy lo que fue, en términos puramente físicos. No por nada, han pasado muchos años desde que Santiago Arana Ansotegi, en 1857, decidiera construir su vivienda familiar junto a la iglesia de San Vicente. Allí nacería el más famoso de sus hijos, Sabino, y allí mismo, en aquellas tierras, con el paso de los años, la historia dejaría su huella. Se levantarían batzokis, se producirían okupaciones, si es que se me permite decirlo así, de centros de la Falange; temblarían los cimientos bajo los bombardeos y llegaría el triste tiempo de las demoliciones.

Cuentan las crónicas de la época que Santiago era importante armador de barcos en la ría en la anteiglesia de Abando. A pesar de lo expuesto por la mayoría de autores que fijan en 1857 el año en que se edificó la casona en Albia, es lo cierto que ya en 1854 Santiago había adquirido los terrenos de la fábrica de la parroquia de San Vicente. No deja de ser reseñable que en la adquisición de los terrenos hubo una cierta discrepancia por parte de José Sagarduy, uno de los concejales de la anteiglesia. También está registrado que Santiago Arana solicita para la construcción de su vivienda terreno en una extensión de 186 estadios, valorados en 20.000 reales. Y que con posterioridad, el 31 de diciembre de ese mismo año, solicita otros 134 estadios por los que ofrece el doble del valor en que aquellos se tasasen. Quería un espacio único para su familia.

Allí nació Sabino en 1865 y allí vivió su primera infancia hasta el estallido de la segunda guerra carlista, época en la que el solar de Albia contemplo movimientos militares. La actividad política nacionalista de Arana se desarrolla fundamentalmente en Bilbao, precisamente desde la casa de Ibáñez de Bilbao y ella también será testigo del lanzamiento de piedras un 24 de abril de 1898 en manifestación organizada desde de El Sitio. Iban convirtiéndose en un símbolo para la efervescente política que bullía en Bilbao.

Sabin Etxea será para los nacionalistas vascos, a la muerte de su fundador, la autentica cuna de la patria. Incluso se llegó a pensar en levantar un museo sabiniano entre sus muros. La casa natal de Sabino Arana, en la época republicana, se reviste de un carácter emblemático porque pasa a representar el centro político de su ideología y es el nido, el origen de la fiesta central del nacionalismo vasco: el Aberri Eguna.

Se presentó como una concentración multitudinaria que tuvo como colofón y acto principal la colocación en su fachada de una placa en su memoria y la lectura de un discurso desde su balcón principal por Luis de Arana. Durante la II República se constituyó en Sabin Etxea un batzoki y en su planta baja se instalaron las oficinas del Bizkai Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco y del Secretariado General Vasco. También fue sede de varias organizaciones culturales del nacionalismo vasco como Euzko Ikasle Batza, Sabin Ikasleak o Kiroltzale Bazkuna.

La toma de Bilbao por el ejército franquista exigía la ocupación física y simbólica de Sabin Etxea como lugar de memoria que abarcaba ambos aspectos. Y si la ocupación física se hizo de manera inmediata, la ocupación simbólica hubo de esperar unos meses. No se podía hacer de cualquier manera. Había que organizarla de forma meticulosa. El desalojo del nacionalismo vasco era ejecutado por uno de los pilares del nuevo Estado, la Falange, en su rama femenina encargada de lo que llamaban Auxilio Social.

Observe quien esto lea una curiosidad. La inauguración de su sede en Sabin Etxea respondía a un cuidadoso programa que empezaba con una misa en la plaza del Sagrado Corazón, un desfile a lo largo de toda la Gran Vía, izado de la bandera en el gran mástil del jardín, bendición de las instalaciones y alocuciones de las autoridades desde el balcón principal. Son actos casi calcados a los que tuvieron lugar cinco años antes con ocasión de la celebración del primer Aberri Eguna en marzo de 1932 y la inauguración del batzoki y dependencias diversas del BBB y Secretariado vasco. Oriol, jefe provincial de Falange, de origen carlista, siempre previsible; arremetió contra Sabino Arana al que llamó loco, le acusó de confundir una tradición gloriosa y calificó de traidoras a las ideas que había abrazado sus antepasados. Más dotado para la oratoria, el alcalde José María de Areilza utiliza su no pobre dialéctica para explicar la historia y fijar la única memoria que a partir de ese día admitía ese espacio que ahora venían en llamar la casa azul.

Llegamos hasta 1960, cuando el gobernador civil franquista, José Macián, decide derribar la casa natal de Sabino Arana y arrojar sus restos a la mar. Pasan los años y Bilbao revienta de arquitectura y modernidad en un año simbólico, 1992. El Museo Guggenheim está ya a punto de iniciar las obras y cerca, junto a los jardines de Albia, abre sus puertas la esperada sede del PNV, Sabin Etxea. Para muchos militantes es la vuelta al hogar.

¿Qué lazo une a aquella construcción cuyos escombros acabaron en el mar o en el vertedero de Larraskitu con el edificio de 7.993 metros cuadrados, seis plantas de sótano, otra baja y cinco más sobre calle, diseñada como opera prima por el arquitecto Koldo Eguren? Piedra, hierro, madera, cemento, acero, aluminio y cristal con una hermosa escalera panorámica interior caracterizan el nuevo Sabin Etxea, que solo conserva de la antigua casa familiar un balcón que ocupa un lugar destacado en el hall de la planta baja de este complejo que se reivindica como emblema arquitectónico del Bilbao moderno y como guardián de las esencias jeltzales.