FUE uno de los Once Aldeanos que conquistaron el Bernabéu en la legendaria final de Copa del 58 frente al Real Madrid de Di Stefano, con la mayoría de edad recién cumplida y apenas ocho partidos como león a sus espaldas. Quienes lo vieron dicen que jugó como si estuviese imbuido por el espíritu de un centrocampista de mil batallas. A ello hay que añadirle el famoso cara y cruz de Anfield (frente al Liverpool se jugó el pase a la siguiente ronda europea del Athletic desde su capitanía y quienes le conocían le oyeron decir, más de una vez, que aquello “fue un asunto fácil...” con voz socarrona y elegante. Con voz de barítono de Deusto, el barrio que le vio en vida.

Fue candidato al santoral de los entrenadores del Athletic al rozar con las yemas de sus dedos una Copa de la UEFA tras darle cuerda al reloj de aquella operación retorno con jugadores como Churruca, Irureta y Lasa que volvían a casa y deslumbraron de su mano hasta la desembocadura de aquella noche negra de San Mamés, donde la Juventus detuvo, a duras penas eso sí, la fabulosa tormenta que había desatado en la famosa final a doble partido en la temporada 76-77, donde también había llevado al Athletic a la orilla de su enésima final de Copa, donde la miel se le hizo hiel en los penaltis. Quiso el azar y su buena mano que Koldo se resarciese de aquel doble KO durante su paso por el banquillo del Valencia, donde una victoria suya ante el Real Madrid con gol de Tendillo dio el primer título liguero al Athletic de Javier Clemente.

“Seguiremos eternamente así, somos distintos y por eso estoy muy satisfecho de haber participado en tantas cosas dentro de este club”, dijo apenas tres años antes de irse. Hablaba del Athletic, claro, pero bien pudiera hablar de sí mismo, de un jugador que firmó 296 partidos y 64 goles en el Athletic y de un hombre que se fue al Sabadell para acabar su carrera deportiva. Lo hizo más que nada para esquivar el sufrimiento familiar por la leucemia de su hermano pequeño, Iñaki, captado por el Real Madrid. “Estaba cansado de mentir por su estado a mi madre, yo era el único que lo sabía”, confesó con el tiempo.

El viejo Koldo que se quedo sin un beso de Andoni Cedrún, el hijo del mítico Carmelo (el Athletic perdía 3-0 en el minuto 71, cuando Aguirre decidió desobedecer las órdenes de su entrenador, Piru Gainza, se desplazó al centro y le marcó cuatro goles a su amigo Carmelo, portero entonces del Espanyol. A la salida el guardameta estaba con su hijo, Andoni, que se negó a darle un beso...), mereció miles de la afición athletitzale.