BILBAO- Al cumplirse 30 años de la caída del Muro de Berlín, uno de los grandes líderes mundiales en 1989, Mijaíl Gorvachov, revela la verdad: “Llamamos a los del seguro a ver qué pasaba. Pero no tenían un manitas de guardia para apuntalar el muro por la noche. Nos dijeron que mandarían una cuadrilla por la mañana, pero ya no había nada que hacer. Así que tuvimos que disimular e inventarnos todo aquello de la perestroika y la glásnost para hacer como que nos parecía bien lo de Berlín”, reconoce el mandamás de la extinta URSS cuando sucedieron los desechos. “En el momento en el que me dijeron que se estaba desconchando el Muro de Berlín pensé: ¡Ya estamos otra vez con las humedades!. Pero no eran las humedades, era el capitalismo. Aquella avería no tenía arreglo. Pedimos presupuesto por reparar el dichoso Muro a los del seguro al día siguiente, pero sumaba una barbaridad. Aquello no lo pagábamos ni vendiendo el Kremlin a la inmobiliaria de Trump, que estaba interesado por entonces. Quería montar un club privado en un sitio céntrico de Moscú, el hombre. Lo dejamos correr, todo, el presupuesto del seguro y la oferta de Trump”, revela.

Señor Gorbachov, ¿qué le ha traído a Bilbao?

-¿Bilbao? ¿Pero esto no es Burdeos? ¡Cachis la mar! No paran de engañarme. Lo hicieron cuando lo del Muro, cuando lo de Chernobyl, cuando lo del transplante de pelo? Y ahora con este viaje a Burdeos. Ya veras, ya, cuando pille al listo que lo ha organizado.

No se enfade, tampoco está usted tan lejos Burdeos.

-Hartito me tienen con las medias verdades. Cuando lo del Muro, que si se ha descascarillado un poquito, que si eso lo arreglan tirando de llana Monolov y Benitovich, que si ponemos pladur y listo. Ya ves el resultado. Cuando lo de Chernobyl, que si era la forma local de celebrar San Juan, que si una fábrica de petardos, que si una bombona de gas. Y luego, todo el marrón. Del transplante de pelo prefiero no hablar. Y ahora esto: resulta que no me han traido a Burdeos. Me voy a cabrear.

Tampoco es para cortar cabezas. Piense que es usted Nobel de la Paz.

-Calla,calla. Menuda puñeta que me hicieron con el premio. Yo soy de Strávropol. Una localidad habitada por tártaros. Los tártaros son gente belicosa. A cuenta de la Revolución y la Segunda Guerra Mundial, todos los personajes populares de la comarca presumían de apodos como El Ametrallador de Stalingrado, El Cañonero de Vovostán, La Degolladora de Kursk y así. Mis padres lo pasaron muy mal. Los vecinos les hacían bullying. Les señalaban por la calle con desprecio. “Ahí van los padres del Nobel de la Paz, ese mindundi”, les susurraban. Fue muy duro para todos. Yo pedía mi copita de vodka en el bar del pueblo y me sacaban zarzaparrilla. “En esta ciudad no hay vodka para los Nobeles de la Paz”, me espetaba el tabernero. Sufrí mucho. El premio Príncipe de Asturias, sin embargo, se la traía floja a mis paisanos.

Jamás lo hubiera pensado.

-Fue muy desagradable tener que sobrellevar que la gente supiera que era Nobel de la Paz. De todas formas, nada me salía bien. Fíjate, en 1985 impulsé una ley que regulaba los precios del vodka, el vino y la cerveza y limité sus ventas. Me preocupaba mucho el alcoholismo en la URSS. Las personas que eran sorprendidas en estado de embriaguez en sus trabajos o en público eran procesadas. Me pareció una buena idea. Pues mi sucesor como presidente de la Federación Rusa fue Boris Yeltsin. Chúpate esa. Boris, que se ponía como las Grecas antes de la hora del desayuno. No es que se bebiera el agua de los floreros, es que pillaba una jardinera y la dejaba seca. Qué desgracia la mía.

¿Por qué cayó el muro tras 28 años en pie?

-Porque lo levantaron sin plano, a base de ladrillo barato por ahorrarse unos rublos, y con becarios. Lo enlucimos bien y nadie lo va a notar, me dijo el contratista ¡Y un huevo! Tengo fotos de señoras mayores sacudiendo el muro con el bolso la noche del 9 de noviembre de 1989 y desprendiendo cascotes como si fueran bulldozers. Eso no es fundamento, hombre.

La verdad es que no. Les tomaron el pelo.

-Lo de siempre. Bueno, me han dicho mis asesores que aquí se come bien, así que voy a pedir el menú degustación. Si me perdonas?

Bien, pero estamos en el MacTrolads

-La madre que...