CON retraso para tantos méritos como contrajo, Bilbao ya mira a su mujer poeta más avanzada con los ojos que merece. Les hablo de Ángela Figuera, a quien hace apenas una semana la septuagenaria Asociación Artística Vizcaína le ofreció una sencilla ofrenda floral y recitación poética, en el portal del nº 13 de la antigua calle Espartero, ahora Juan de Ajuriaguerra (en la esquina con Heros), donde nació hace 117 años. Que Bilbao le mira con cariño en los últimos tiempos puede medirse al comprobarse que el Ayuntamiento la incluyera en la relación de días institucionalmente dedicados a conmemorar la fecha de nacimiento de los grandes escritores bilbainos, en principio limitados a Miguel de Unamuno (el 29 de septiembre de 1864), Blas de Otero (el 15 de marzo de 1916) y Gabriel Aresti (el 14 de octubre de 1933); que le pusiera su nombre a una calle del municipio, desde el año 2001 en Miribilla, y que, el pasado año 2018, colocara una placa conmemorativa en el portal de la casa donde nació. La hija del cubano Jesús Ángel Figuera Figuera no tuvo una vida fácil en sus comienzos. Era la mayor de nueve hermanos, algo que repercutió tanto en su vida diaria como en su trayectoria profesional. De hecho, dada la delicada salud de su madre, hubo de suplir en muchas ocasiones esa figura y cargó con la responsabilidad de cuidar de la familia. Esta experiencia influyó en su modo de ver el mundo, en tanto que mujer y también madre.

De niña, estudió en la escuela cristiana Sacre Coeur, donde aprendió a leer y a escribir. Durante esos años aprendió francés, algo que le ayudó a acercarse a la literatura francesa. Por otro lado, en su casa trataron de inculcarle conocimientos de arte, literatura, y de cultura en general. De hecho, tenían una gran biblioteca gracias a la cual desde pequeña pudo conocer los grandes clásicos de la literatura universal y aficionarse a las letras.

Durante un tiempo, Ángela realizó lo que se conoce como poesía desarraigada, una corriente de características existencialistas. Después de esta etapa, comenzó a escribir poesía social junto con poetas como Gabriel Aresti, Blas de Otero o Gabriel Celaya. Sin embargo, al contrario de éstos, ella no pensaba que la poesía pudiera cambiar la realidad o la sociedad, pero sí que podría serle útil a la gente para acercarse al ser humano y estar a su lado, en especial a la figura de la mujer, figura que la propia Ángela consideraba como sujeto activo para el cambio social que consideraba necesario.