EN 1997, se alcanzó el pico máximo de ventas de faxes en la historia de Estados Unidos. Internet acababa de arrancar. La red de redes se basaba en la navegación web -no existía el buscador de Google-, los chats y los incipientes foros. Los faxes nos permitieron anticipar lo que luego se ha convertido en algo masivo y de uso cotidiano: las comunicaciones en tiempo real, que incluso podían contener imágenes. Hoy eso lo hacemos en nuestro dispositivo móvil, cuestión que por aquel entonces parecería inimaginable.

En los 80 y los 90 del siglo pasado, el fax sirvió incluso como mecanismo publicitario. Se calcula que se llegaron a enviar hasta 60.000 anuncios por semana. Había servicios especializados de creación de bases de datos de teléfono al que enviar esos mensajes publicitarios. Se podían comprar hasta 500.000 números telefónicos. Se estima que la tasa de respuesta era del 7%, siete veces mayor a la que hoy tenemos por el correo electrónico. Seguramente la saturación que provoca este último medio hace que no sea tan popular. El fax tenía también menos competidores y menos información digitalizada, lo que facilitaba la atención de la gente que recibía un mensaje.

En Japón, cuyo alfabeto ideográfico se prestaba mucho para la codificación eléctrica que hacía el fax, llegó a ser una red social muy utilizada. Durante los shows televisivos, los japoneses lo utilizaban para enviar comentarios en tiempo real a sus amigos. Whatsapp no deja de ser algo parecido: envías un mensaje a muchos números de teléfono. Quizás la única diferencia es que el espacio de lectura ahora también es compartido. También era muy popular su uso para organizar excursiones familiares o con amigos.

Algo más tarde, en 2014, el fax volvió a la actualidad. Sony decidió utilizarlo para las comunicaciones entre sus directivos. Ese año el sistema de email de Sony fue hackeado, y las comunicaciones privadas se hicieron públicas. Ante este peligro de seguridad y de violación de la privacidad, la compañía decidió apostar por el tradicional fax, como mecanismo seguro de comunicación.

Durante las revueltas de Tiananmen en 1989, cuando las protestas de los estudiantes no dejaban de crecer, éstos emplearon los faxes para compartir noticias con sus hogares o con personas cercanas en otros países. La censura del gobierno no les permitía utilizar otros canales de comunicación. Por lo que recurrieron a la única vía que tenía una más difícil traza, y encima sobrepasaba los límites fronterizos Chinos.

Todos estos puntos que he venido enumerando nos deja entrever que no hemos cambiado tanto. Los nuevos canales de comunicación digitales y sociales habrán acelerado la generación y difusión de información. Pero en esencia, seguimos siendo igual de sociales y de acelerados. Hoy también queremos enviar anuncios publicitarios en redes sociales. Ahí están los clientes. Cuando hay un programa en televisión, es raro que no tengamos Twitter o Whatsapp a mano. Las comunicaciones seguras entre equipos de trabajo siguen siendo fuente de preocupación. Y queremos hacer de periodistas cuando hay sucesos, compartiendo en directo la historia.

El hoy denostado fax, por lo tanto, nos permite concluir que no nos ha hecho tan diferentes esta era digital. Quizás sí que nos ha expuesto más; sacamos en público de forma más transparente lo que llevamos dentro. También ha democratizado las comunicaciones, y nos ha conectado a todo el planeta, gracias a esas máquinas móviles que ahora llevamos en nuestro bolsillo. Pero seguimos buscando el espacio social de comunicación.

Una última anécdota. Michael Jordan anunció su regreso a la NBA el 18 de marzo de 1995 enviando un fax a todos los medios de comunicación. Cuentan las crónicas que no resultó muy informal. Los periodistas lo recibieron con bastante naturalidad. No debe extrañarnos entonces que veamos la normalización de las redes sociales como método de publicación de novedades en los próximos años. Y que en los telediarios, cada vez salga más Twitter o WhatsApp como fuente de información.