Llevamos varia décadas de aceleración histórica y el periodismo de nuestros días recoge como puede lo que ocurre en los cuatros puntos cardinales, día a día, minuto a minuto, en medio de una batalla de medios que mezclan realidad con mentira, manipulaciones con saltos al vacío de desinformación con fake news, en un ejercicio diario de desorientación y ruido mediático.

Los periodistas, en sus distintas versiones, son los encargados de oficiar esta delicada tarea de llevar a la Opinión Pública la ceremonia de la información, contrastando y confirmando los hechos, los datos de las noticias, que hacen una sociedad libre y democrática.

Es un dicho afortunado el que sirve para retratar las tareas periodísticas en nuestra sociedad, que dice que el periodista debe saber de todo un poco y que no maneja el escaso tiempo para producir la información y que profundizar en los contenidos no es lo característico del oficio.

Eso produce un periodismo banal, ligero, precipitado y de escasa calidad y conocimiento donde no se profundiza en las informaciones descubriendo la desnudez intelectual de los profesionales de los medios, que se guían por saber de todo un poco y de poco mucho. La responsabilidad social de los informadores exige una mejora de la calidad de lo que se presenta como veraz, cierto, real. No vale especialistas de nada, conocedores de todo, y menos en este mercado veloz, dinámico y mudable.