TIEMPO (OLD)

Dirección: M. Night Shyamalan Guion: M. Night Shyamalan. Novela gráfica: Pierre-Oscar Lévy, Frederick Peeters Intérpretes: Gael García Bernal, Vicky Krieps, Thomasin McKenzie y Rufus Sewell País: EE.UU., 2021 Duración: 108 minutos

L punto de partida de Tiempo podría haberse escrito en una noche de tormenta, como consecuencia de un abrazo dialéctico entre Jorge Luis Borges y Ray Bradbury. No fue así; su gestación descansa en el encuentro de dos autores que responden al nombre de Fréderick Peeters y Pierre Oscar Lévy. Ellos crearon Sandcastle en 2010, una novela gráfica en torno a los oscuros acontecimientos que viven 13 personas en una paradisíaca playa cuando encuentran un cadáver. Peeters, de origen suizo, aporta una notable y tormentosa producción narrrativa. De ella, El hombre garabateado representa una de sus cumbres. En cuanto a Lévy, francés de nacimiento, en realidad es un director de cine a tener muy en cuenta. Fruto de ese extraño entendimiento, se advierte en su argumento la presencia de la muerte unida a una terrible constatación, en esa playa, donde se construye un castillo de arena, el tiempo, literalmente, vuela. Un día equivale a 50 años en la vida de una persona. Una caricia leve, fugaz, apenas un roce en la mejilla consume tres días de una existencia ordinaria.

Esa historia, adaptada e integrada en el personal y misántropo imaginario del autor de Señales (2002), El bosque (2004) y La joven del agua (2006), constituye la savia argumental de Tiempo, la última película de Shyamalan, el hombre que emergió con El sexto sentido (1999) y que, desde entonces, no ha cesado de crear historias fantásticas, que no maravillosas. De hecho, ese posicionarse siempre en el lado de la lógica, representa el abismo que diferencia Tiempo de El ángel exterminador, película de Buñuel a la que tanto debe esta cita sobre el enigma del tiempo y su relatividad. Esa diferencia determina la naturaleza del cine de Shyamalan. Él, a diferencia de Buñuel, no es surrealista. Hitchcock guarda sus sueños y a Hitchcock, Shyamalan le imita y se encomienda. Aunque sus relatos crezcan sobre McGuffins, pretextos hechos de espejismos e hipótesis más razonables que racionales, siempre los necesita.

No había explicación para desvelar quién impedía la salida a los invitados en El ángel exterminador. Buñuel ni lo buscaba ni le interesaba. Lo que le preocupaba era lo que acontecía a partir de una situación que dinamitaba las máscaras sociales. En Tiempo, por el contrario, se impone la necesidad de justificar todo y eso propicia un final “conspiranoico” muy del gusto del cineasta de origen indio natural de Filadelfia. Muy oportuno en el año de la pandemia que encuentra ahora espeluznantes lecturas.

Sin embargo lo que aquí importa se debe a la fuerza primigenia del material de origen. Aquello que vio Shyamalan cuando leyó el cómic en el que se basa. Con material tan fascinante y con algunas secuencias plenas de sugerencia, donde se escuchan ecos que rememoran desde Picnic en Hanging Rock (1975) de Peter Weir al Interestelar (2014) de Christopher Nolan, lo mejor de este filme acontece cuando se sale de la sala y empiezan a deletrearse sus múltiples puertas abiertas.

El catálogo de títulos que hacen de la alteración del tiempo la razón de su argumento resulta tan abrumador como interesante. A él acude Shyamalan al imponer una incursión que, cuando menos, resulta singular y perturbadora. Sabedor de que se adentra en un terreno minado, inquietante y conmovedor, Shyamalan cede al mercado, rebaja la carga y escoge un reparto objetable en su equilibrio y decepcionante en su interpretación. Todos carecen de densidad y sus personajes apenas son esbozos sin pasado ni alma. También se opta por un ritmo crispado, como si la aceleración del reloj que preside este relato alterase la percepción de las cosas. Pese a ello, casi todo es perdonable en un filme tan fallido como insondable; tan errático como poliédrico. En una semana ya se sabe referencia.

Conquistadores

JUNGLE CRUISE

Dirección: Jaume Collet-Serra Guion: Glenn Ficarra, John Requa y Michael Green Intérpretes: Dwayne Johnson, Emily Blunt, Jesse Plemons, Edgar Ramirez, Jack Whitehall País: EEUU, 20201 Duración: 127 minutos

NO he hecho las cuentas pero parece cabal afirmar que, probablemente, Jaume Collet-Serra sea el director español cuyas películas ha visto más gente en el mundo. Tan solo Juan Antonio Bayona le puede disputar el trono. De hecho, entre los dos cuentan más espectadores que todo el resto del cine español contemporáneo. Cosas de la globalización y la ideología del éxito. O llegas al número uno y presides el escaparate o vas directo a la invisibilización y la ¿miseria? Podríamos cargar contra el sistema pero no podemos obviar que, aunque sea banal, ese cine mainstream, de alta producción y baja libertad creativa, es entretenimiento de ambiciosa profesionalidad. En consecuencia, Collet-Serra pone de relieve su notable capacidad.

Autor de películas como La casa de cera (2005) La huérfana (2009), Sin identidad (2011), Non Stop (2014), Una noche para sobrevivir (2015) y El pasajero (2018) entre otras, desde su primer largometraje, cine gore con Paris Hilton como víctima propiciatoria; Jaume Collet-Serra siempre muestra rigor y solvencia.

El encargo comercial de Jungle Cruise buscaba repetir el fenómeno de Piratas del Caribe. Aquí como allí, la semilla germinal descansa en una atracción de Disneylandia. Así están las cosas en Hollywood. Jaume, con Dwayne Johnson como reclamo, mete en su coctelera una combinación eléctrica y ecléctica. Una infantilizada versión de Indiana Jones y Tras el corazón verde, con fxs de La momia y con clones de los delirios del capitán Sparrow.

La clave no reside en los ingredientes, están gastados, son productos llenos de conservantes azucarados, sino en el pulso que agita la coctelera. Y el pulso de Collet-Serra es preciso, profesional. Mezcla bien y sirve mejor. El resultado es superior a la suma de las partes.

Gracias a Collet-Serra, al humor aplicado y al ritmo. Con solo eso convierte esta pesadilla light tras las huellas de Lope de Aguirre y delante de su espada, en la versión Disney de La cólera de dios de Herzog. Si Kinski levantase la cabeza, no dudaría en repetir aquí su personaje. Cobraría más y tendría la segunda parte asegurada. Jaume también se lo ha ganado: con extremada corrección y mucho feminismo de salón. Así son los tiempos donde la plataforma manda.

Filmar la vida

PEQUEÑOS MILAGROS EN PECKHAM STREET (CAT IN THE WALL)

Dirección y guion: Vesela Kazakova, Mina Mileva Intérpretes: Irina Atanasova, Angel Genov, Orlin Asenov y Gilda Waugh País: Bulgaria, 2019 Duración: 92 minutos.

COMO los hermanos Dardenne, las directoras y guionistas búlgaras Mina Mileva y Vesela Kazakova empezaron como documentalistas. Ahora, con este su tercer largometraje, Pequeños Milagros en Peckham Street (2019), debutan como directoras de ficción. Y lo hacen con un relato que transcurre en la Inglaterra del Brexit, la de la especulación inmobiliaria, el racismo a flor de piel y los restos de una flema al borde de la histeria.

Conocidas por la beligerancia de sus testimonios, corrosivos y vitriólicos con el comunismo búlgaro, demoledoras e inflexibles con las ruinas resultantes que ahora conforman la sociedad de su propio país, resulta clarificador que, para su incursión en la ficción, escojan reflejar las estrecheces y penurias de una arquitecta búlgara, emigrante de la Europa del malestar y madre soltera que busca sobrevivir en un Londres neoliberal, nacionalista, gentrificado y gentrificador. En ese campo de batalla, la vida se hace guerra. La zanja que separa las clases prósperas de la miseria obrera, constituye un abismo insorteable donde las contradicciones de clase, de género y de raza son vistas sin filtros maniqueos ni componendas sentimentales. Dicho de otro modo, Mileva y Kazakova miran el mundo desde la misma orilla que Ken Loach pero con diferente fe. Retratan el vía crucis de una mujer emigrante, inteligente y bien preparada que ha huido del infierno del Este para percibir que en el paraíso del Oeste solo cabe ser verdugo o víctima.

Ella no puede elegir, salvo hacer lo que hace el gato que da el título original al filme, esconderse si vienen mal dadas y esperar que llegue un nuevo día. Las que no se esconden son las directoras. Filman la vida con precisión y usan pequeños gestos para ahondar en grandes heridas. Su crónica desnuda la Europa de quienes ya no forman parte de ella. En algún modo, Pequeños Milagros en Peckham Street aplica los consejos del libro de estilo del autor de Daniel Blake. Lo que implica que haya cierta querencia por un cine coral y obrero, de periferia y mezcla: de cruces generacionales y tensión callejera. En su caso, se percibe la desolación de quienes arriban a la tierra prometida para comprender que las promesas nunca han sido cuestión de tierras sino de personas.