UANDO en lo peor de la pandemia miles de españoles morían, y cuando miles de sanitarios se estaban dejando la piel sin protección, había en Madrid dos pavos chuletas dando el pelotazo y haciéndose de oro con las comisiones de mascarillas y guantes defectuosos. La Fiscalía Anticorrupción se ha querellado esta semana contra dos empresarios (por decir algo), Luis Ramón Medina Abascal, hijo del duque de Feria y de Naty Abascal, y Alberto Javier Luceño que, en marzo de 2020, vendieron material sanitario al Ayuntamiento de Madrid por un valor de 15,8 millones de euros y cobraron una comisión de casi seis millones. Para blanquear la estafa, compraron una docena de coches de lujo, un yate, un casoplón de un millón de euros y pijadas varias. Ellos, con Ferraris, Lamborghinis, o Rolex, y mientras, los abuelos cayendo como moscas en las residencias. Estamos rodeados de sinvergüenzas sin escrúpulos que se jactan de ser los más listos de la clase. Lo peor de todo es que estos pintas, el duque y su secuaz, se creerán muy españoles, patriotas por la gracia de Dios, guardianes de las esencias de España, y, además, motores del país. Pero solo son pijos chanchulleros inflando precios y especulando con la salud pública y el dinero de todos. Lo malo es que, al final, no va a haber forma de meterles mano. Lo mismo que a las eléctricas, enriqueciéndose obscenamente a costa de pobres trabajadores.

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