UE Albert Einstein quien relativizó la importancia del conocimiento en momentos de crisis al relegarlo a un plano secundario frente a la imaginación. Seguramente, entendía por crisis cualquier cambio profundo y de consecuencias relevantes en un proceso y, por lógica, que si ese cambio en el proceso es profundo, el conocimiento de este influye menos que la imaginación en la comprensión de sus consecuencias y el diseño de soluciones a las mismas. Y quizá porque interpretar una situación crítica como ocasión de mejora requiere ingenio, "crisis" se escribe en chino con los caracteres "wei" (peligro) y "ji" (oportunidad). Ahora bien, ¿qué sucede si la crisis, el cambio profundo de consecuencias relevantes, es el proceso en sí mismo? Es decir, ¿qué pasa si la crisis es en realidad un ciclo largo, una de las ondas de alrededor de medio siglo que teorizó Kondatriev? No es necesaria tanta imaginación para, como hizo Schumpeter tras reinterpretar los ciclos largos del economista ruso a principios del siglo XX, deducir que "los emprendedores no son en sí mismos gerentes ni administradores ordinarios de una empresa, ni tampoco técnicos, sino hombres que actuando intuitivamente en situación de incertidumbre llevan a la práctica nuevas posibilidades económicas". Todo lo contrario, sí hace falta imaginación, muchísima, además de grandes dosis de ingenio, una buena porción de fantasía e inmensa creatividad para encuadrar en esa definición a algunos "empresarios", incluido el presidente de la CEOE, señor Garamendi.