CABO de ver en el Archivo Histórico de Euskadi algunas de las imágenes que el fotoperiodista Juantxu Rodríguez sacó a lo largo de su corta pero intensa vida. Juantxu fue abatido a tiros por un marine el 21 de diciembre de 1989 durante la invasión norteamericana de Panamá. Su última foto fue en un depósito de cadáveres; la siguiente sería la imagen de su cuerpo sin vida tendido sobre el asfalto, que acabó dando la vuelta al mundo. Recuerdo la tristeza que sentí cuando tuve que llamar a su familia para confirmar la noticia. Juantxu tenía solo 32 años y una vida por delante en la que se había marcado como objetivo llamar la atención sobre los temas sociales que pasaban inadvertidos en el momento, mostrando los hechos tal y como sucedían por delante de su cámara. Eran otros tiempos; en la actualidad, el fotoperiodismo atraviesa uno de los peores momentos de su historia debido a la expansión de las redes sociales, los teléfonos móviles con cámara fotográfica e Internet. Hoy en día cualquier persona, en cualquier rincón del mundo, con un simple smartphone o una tableta conectada a la red es capaz de captar una imagen de lo que sucede a su alrededor y mostrarla a todo el mundo. Pero la mayoría no son notarios de la realidad con la sensibilidad que hacía de los fotoperiodistas testigos de tierras lejanas. Les falta rigor, calidad y alma. El ADN del reportero profesional.

mredondo@deia.eus