LBRICIAS! Tras darle al off se dispone a tomarse un merecido descanso con los ahorros prepandémicos de los que nadie sabía pese a los números rojos de los últimos meses. En escasas horas apelotona en su reducida maleta su colección de verano previa a la crisis de los brotes verdes y los potingues que huyen del control aeropuertario. Llega por los pelos a la última llamada y aterriza a más de 40 grados para echarse la siesta en la cola del coche de alquiler, donde le atienden sin mascarilla, elemento decorativo donde veranea. Estudia su minúsculo vehículo entre carreteras propias del Cuéntame, un GPS que le toma el pelo y una radio que escupe todas esas letras reguetoneras que fomentan el heteropatriarcado. Solo piensa en la piscina olímpica donde hará sus largos pero que no llega a charca. Llega al hotel, propio de Norman Bates, y ni funciona el aire ni hay nevera donde enfriar el agua, la televisión le responde en sánscrito y el baño lo ha okupado un ejército de hormigas. Se concentra en el buffet, donde el croissant brilla por su ausencia, reina la lechuga de bolsa, el pescado rebozado y la sandía de invernadero. En la piscina las hamacas son requisadas de madrugada por alemanes y en la playa, tras pagar por aparcar, el metro cuadrado se paga a precio de oro y el chiringuito le mete el sablazo del siglo. Eso sí, luce un asado de piel que le permitirá fardar ante sus compañeros de trabajo hasta el próximo verano. ¡Por fin ha vuelto al curro! Ya puede descansar en paz.

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