L culebrón de la Eurocopa ha retratado no solo a gobiernos que se saltan las más elementales reglas de la prudencia ante la pandemia, sino a algunos expertos que dejan colgada la bata sanitaria cada fin semana para pontificar en las televisiones sobre el covid. El pan y circo de los romanos se instala entre nosotros a la mínima oportunidad, y son pocos los que alzan la voz contra la algarabía con la que autoridades políticas y futbolísticas mueven una sede con el único criterio del mejor postor de candidatos al contagio en las gradas y en las calles. Sevilla ha sustituido a Bilbao como sede de la Eurocopa y hay quien da palmas con las orejas ante el suculento botín económico que se avecina. La UEFA ha encontrado en la capital andaluza la pandereta que necesitaba. El espectáculo debe continuar, a cualquier precio. Bilbao pierde su condición de sede, y los palmeros de aquí, que apenas pueden disimular su alma íntimamente vestida de faralaes, ponen el acento en las pérdidas económicas que esto generará a la capital vizcaina. Más que perder será, en todo caso, no ganar, digo yo. Lo que no contabilizarán será el beneficio en contención de la pandemia que negarse a meter quince mil personas en un campo de fútbol puede traer. Ni detallarán los ingresos hospitalarios y las muertes que se han podido evitar. Los mandatarios deportivos y los representantes políticos andaluces y españoles lucirán sus sonrisas en el palco. Aquí seguiremos beneficiándonos de unas instituciones serias.