A nueva normalidad, muy similar ya al estilo de vida del que disfrutábamos antes de que irrumpiera la pandemia, se ha ido imponiendo por la vía de los hechos. La pasada Semana Santa ha sido un claro ejemplo de que tanto la ciudadanía como las autoridades han asumido la necesidad de la convivencia con el virus, manteniendo únicamente algunas medidas muy básicas y prácticamente residuales de prevención frente al covid-19. Bilbao, Bizkaia y Euskadi, en general, han vivido durante estos días de Semana Santa una situación plenamente normalizada. El primer periodo festivo sin restricciones de movilidad ni de interacción social se ha saldado con cifras espectaculares de visitantes así como de vascos que han decidido viajar a otros lugares. En algunos aspectos, y a falta de un balance oficial, Bizkaia apunta a cifras que se acercan a los tiempos precovid en cuanto a turistas y participación popular en los actos programados tanto en el territorio como en la capital. Las procesiones a rebosar, los viacrucis vivientes de Balmaseda, Arkotxa y Durango rompiendo previsiones, el multitudinario programa Basque Fest, la afluencia a los museos y, en general, la actividad tanto habitual como especial por estas fechas han demostrado los deseos de la sociedad de una vuelta plena a la normalidad. En este contexto, el Consejo de Ministros aprueba hoy el decreto que elimina la obligación de utilizar las mascarillas también en los espacios cerrados, con la salvedad de los centros, servicios y establecimentos sanitarios y el transporte público. A partir de mañana miércoles, quedará, así, suprimida la última medida restrictiva que quedaba aún en vigor para la prevención del covid. Una medida que, pese a su posible impopularidad e incomodidad, ha servido para salvar muchas vidas, proteger la salud individual y colectiva y salvaguardar el sistema sanitario. Como en el caso de su uso en exteriores, esta ausencia de obligatoriedad de las mascarillas no impide que siga considerándose un modo eficaz para evitar contagios, por lo que puede seguir utilizándose siempre de modo voluntario y, de forma especial y como compromiso ético, en caso de tener síntomas compatibles con el covid. La recuperación de la libertad plena tras estos dos años de restricciones no debe impedir el mantenimiento de la máxima prudencia mientras, como sucede, el virus siga presente entre nosotros.