A realización en varios albergues de Bilbao en los que están acogidos refugiados que han huido de Ucrania, de diversas pintadas con símbolos utilizados por los soldados rusos que han invadido ese país, y que son utilizados también como exhibición de apoyo a la agresión y la guerra provocada por Vladímir Putin, ha causado rechazo, estupor e irritación en la sociedad vasca. Desde que estalló la guerra y millones de personas tuvieron que abandonar su hogar y su país huyendo de la muerte y la destrucción, Euskadi se ha convertido en tierra de acogida, solidaridad y refugio. Estas pintadas, firmadas por unos autotitulados "Antifaxistak" que en realidad utilizan métodos y estrategias propias del fascismo y cuya autoría está investigando la Ertzaintza, han avergonzado a la inmensa mayoría de la ciudadanía vasca, porque lo único que buscan es agredir, herir y amedrentar a personas vulnerables que lo han perdido todo -algunos, incluso a familiares- a causa de una guerra en la que son víctimas inocentes. Es la constatación palpable de la existencia de la intolerancia y el odio en nuestra sociedad. Estos lamentables y execrables hechos coinciden con la publicación del Informe de incidentes de odio de Euskadi 2021 presentado ayer por el vicelehendakari y consejero de Seguridad, Josu Erkoreka, y que constata que los delitos de este tipo van en aumento y crecieron un 15% respecto al año anterior. Se trata, en su mayoría, de incidentes cometidos por causas relacionadas con el racismo y la xenofobia, y también motivados por la orientación o la identidad sexual -que son precisamente los que más han aumentado-, aunque también los hay, en menor medida, por razones de sexo, diversidad funcional, ideología u orientación política, creencias o prácticas religiosas y la aporofobia u odio a las personas pobres. Mención aparte merece el estudio incluido en el informe en el que se analiza la intersección entre los delitos de odio y los de violencia machista y que aboga por incorporar el motivo discriminatorio de género como agravante en estos casos. Una sociedad madura, abierta, plural y democrática como la vasca debe aplicar, sin excusa alguna, la tolerancia cero contra el odio al diferente porque nada justifica la agresión verbal, física o la amenaza en cualquiera de sus formas -como unas pintadas- contra personas o colectivos.