A guerra provocada por la ilegítima agresión de Ucrania por parte de Rusia está teniendo efectos demoledores sobre la población civil del país invadido. Al menos dos centenares de muertos, miles de heridos, decenas de miles de desplazados, viviendas, edificios e infraestructuras destruidos y la vida de sus más de 44 millones de habitantes rota son las consecuencias más graves e inmediatas de un ataque militar a gran escala lanzado por el imperialista dictador Vladímir Putin contra la soberanía, la independencia y la integridad territorial de Ucrania. La obligación de la comunidad internacional es la de intentar parar la invasión y la guerra sin ceder al chantaje que trata de imponer Rusia. Pero descartada, en principio, una intervención militar, es Putin quien debe ceder y detener la agresión. Envuelto en su delirante relato y objetivos, nada hace indicar que vaya a hacerlo, por lo que la presión, la intensificación de la labor diplomática y las duras aunque insuficientes sanciones impuestas tanto por EE.UU. como por la UE siguen siendo la vía a explorar. El obsoleto e ineficaz derecho de veto que impera en el Consejo de Seguridad, ejercido por Rusia el viernes, ha impedido una condena de las Naciones Unidas a la invasión, pese a los once votos favorables y con la elocuente abstención de China, India y Emiratos Árabes Unidos. El texto instaba al agresor a cesar en el uso de la fuerza y a retirar sus fuerzas militares de Ucrania de manera inmediata, total y sin condiciones. Por contra, Putin mantiene su desafío al mundo mientras el pueblo ucraniano y su ejército, solos frente al inmenso poderío militar ruso, intentan una resistencia tan elogiable como probablemente limitada. Las graves consecuencias humanitarias de la guerra son ya una sangrante realidad a la que occidente también debe hacer frente. Ya son más de 120.000 las personas que han huido de Ucrania y buscan refugio en Europa. Euskadi ya está preparando sus recursos de acogida y ayuda, según avanzó el lehendakari. La UE debe asumir de inmediato el liderazgo en las labores de acogida y refugio y poner todos los medios a su alcance -absolutamente todos- para paliar la crisis humanitaria. No puede repetirse el desastroso fracaso de aún recientes planes de acogimiento mediante cuotas que los Estados miembros han incumplido impunemente. Al menos en esto, la UE debe ser un ejemplo para el mundo.