L momento social, político, económico y, sobre todo, sanitario es tan excepcional que demanda de los agentes principales que manejan la representatividad del país una actitud responsable y con altura de miras. Hasta la fecha, la mayoría de las actitudes percibidas así lo respetan, para beneficio de todos. No se trata de callar y asentir sin más pero sí de alinearse en sentido positivo con una acción compartida y cohesionada de quien debe liderar la sociedad. En este marco, el incipiente debate sobre la Diputación Permanente del Parlamento Vasco requiere dejar sentados algunos principios. La inequívoca excepcionalidad de tener que prolongar el periodo de suspensión de la Cámara vasca más allá de los plazos naturales previstos por la convocatoria electoral ahora suspendida implica que, como viene haciendo el Gobierno vasco, se intensifique la comunicación directa con las fuerzas políticas de la oposición. Tenerla informada, escucharla y explicar convenientemente sus acciones dentro del límite de la normativa excepcional vigente es coherente con el modelo democrático. Excede sin embargo esta realidad y la conveniencia del bien común el hecho de pretender dotar a la citada Diputación de funciones igualmente excepcionales. No se alcanzan a vislumbrar virtudes prácticas de una convocatoria sistemática, como si no existieran mecanismos de comunicación suficientes entre los responsables de la acción política y de estos con la sociedad. Además, de la interpretación de funciones que sugieren las palabras de algunas voces que reclaman este estado de excepción normativa para el Parlamento Vasco, surgen dudas sobre la propia idoneidad de convocarlo. A diferencia de lo que propugna EH Bildu, una Diputación Permanente no puede ser un mero escaparate de las ocurrencias particulares de cada partido sobre qué hacer y qué no con los controles médicos o ese mantra compartido ayer mismo por Arnaldo Otegi con ELA y LAB sobre la voluntad de paralizar la actividad económica del país. Resulta extemporáneo pretender construir una plataforma para el propio lucimiento de consignas preelectorales de difícil sustento legal con la excusa del control permanente al Gobierno vasco y renunciar a acudir al Congreso para lo mismo con el español, como hace EH Bildu. Allí no hay horizonte electoral y aquí sí, pero el momento exige más responsabilidad.