N su primer discurso como presidente y a modo de objetivo prioritario citó Jon Uriarte la superación de la conflictividad, "la fractura social", que al parecer anida en el Athletic y aportó un argumento para reivindicar dicha meta: "Queremos transformar el club y para eso necesitamos tener detrás a todos los socios". Unos minutos antes, el recuento de los votos desveló que al menos ya disponía del refrendo de casi la mitad de los que acudieron a votar a San Mamés. Si al dato se suma el detalle de Arechabaleta y Barkala, quienes sin demorarse un segundo le estrecharon la mano en reconocimiento a su victoria y le desearon suerte para el mandato, para empezar su andadura podría darse con un canto en los dientes. Es curioso que sus contrincantes mostrasen el talante deportivo o la buena disposición que a él le faltó en las jornadas previas, también en el mismo preludio de la apertura de las urnas cuando acuñó una metáfora gastronómica de nulo gusto para distinguirse de ellos.

Esta paradoja sintetizaría el mes de campaña que culminó en la noche del viernes, tanto es así que, en el momento de la reflexión, dar fe de ella sea quizá la mejor idea posible. Es un ejemplo representativo, útil para ahorrarse el desgaste que implica profundizar en un proceso que, seguro y a no tardar, engrosará algún informe sociológico junto a un montón de elecciones o referéndums de toda índole diseminados por el mapa de occidente. Es el signo de los tiempos que corren: fabricar una imagen, proyectarla, acertar con el lema e insistir lo que haga falta. Si se da con la tecla puede ser suficiente para triunfar porque automáticamente decrece la importancia del resto de los aspectos que en teoría interesan o preocupan al elector.

"Somos la candidatura de la ilusión", rezaba el mensaje de Izan Athletic, una organización absolutamente plegada a la figura de un líder absoluto, sin ningún otro perfil de relieve; todos detrás de Uriarte, quien tuvo a bien presentarse en sociedad repasando sus logros profesionales e insinuando el estatus que le han procurado. Sí, está muy de moda esta clase de referentes a los que se adjudica un carisma que no se sabe muy bien en qué se sustenta, pero que funciona. Indudablemente.

Ahora también en el Athletic. Indican los más versados en tecnologías punteras que, parcialmente, obedece a la paulatina incorporación al carnet rojiblanco de gente más joven en cosa de década y media. Ley de vida, en el vocabulario del veterano. Lo cierto es que Uriarte no ha necesitado hacer nada, aparte de lo apuntado en el párrafo anterior, para suceder a Aitor Elizegi. Su campaña ha sido la más floja en contenidos y elección de profesionales. Con diferencia. Y nadie le ha superado en errores, alguno definitorio; en dejar pistas que inducen a la sospecha (avales, incompatibilidad profesional); y en el apartado de las omisiones. Esto último merece un punto y aparte, pues es el candidato más remiso que se recuerda, inaccesible para los medios, refractario al contraste (boicoteó cada debate, salvo el que le pretendió montar) y abonado a un victimismo atosigante que alternó con críticas inmisericordes hacia sus rivales y faltas de respeto, a Bielsa, por escoger un caso entre tantos.

Da igual porque a sus votantes les ha importado poco que no cumpliese con los requisitos que se le presuponen a quien debería convencer con razones y pruebas. La incoherencia atañe incluso al tema del entrenador, pues poco en común tiene Valverde con las opciones que Uriarte exploró de inicio. Y encima la prensa le ha dispensado, en líneas generales, un trato exquisito. Es inimaginable tanta paciencia (permisividad, parcialidad,...) con Barkala o Arechabaleta de haber adoptado estos un modus operandi siquiera similar. Pero esto tampoco constituye una novedad: hace tres años y medio se hizo la vista gorda en relación al vacuo discurso y los modos de Elizegi. Aquí va un exponente casi insuperable: el predecesor de Uriarte pescó a sus responsables técnicos al vuelo dos semanas antes de las elecciones, pues no tenía a nadie, y la pirueta se trató como si fuera de recibo. Bueno, pues en esta cuestión tan trascendente, hablamos de Lezama y el socio tiende a ponerse muy serio al disertar sobre la cantera, el alma del Athletic, se ha consentido que Uriarte acceda al Palacio de Ibaigane sin director deportivo. Parece increíble, mas es muy cierto. Y la culpa será del que se chivó de lo de Aviña, "bellísima persona y grandísimo profesional" en opinión vertida por el ejecutor de su fulminante despido.

La inevitable asociación de las circunstancias vividas en campañas sucesivas conduce, casi sin querer, a preguntarse: ¿En qué tesitura se halla el club en mitad del tránsito? ¿Sale el Athletic de Guatemala para ir a...? ¿Adónde?

Buena suerte, presidente. l