A última jornada le va a ofrecer al Athletic la enésima oportunidad de convertir en realidad el largamente perseguido regreso a Europa. Pese a que seguirá dependiendo del resultado que obtenga el Villarreal, que le aventaja en un punto, vuelve a tenerlo ahí, al alcance de la mano después de la carambola a tres bandas registrada en la tarde de ayer. Hay días en que todos, y no es una precisión exagerada, absolutamente todos los factores se ponen de acuerdo para colaborar con una causa cuya viabilidad se antojaba incierta, siendo generosos. Aparte del triunfo propio, ayer era obligado que el Villarreal cayese en su estadio y preferible que el Sevilla, el adversario con el que cerrará el calendario, sumase un puntito. Y así fue. Exactamente así. No cabía pedir más en el transcurso de las dos horas de fútbol simultáneo, donde la verdad es que hubo que aguardar hasta el final para dar rienda suelta a la celebración porque de entrada el panorama se nubló bastante.

Empezando por San Mamés, apuntar que el Athletic Ganó prácticamente por inercia, pero se le vio tenso, como es norma le costó un mundo resolver, encima dio un peligroso paso atrás una vez adquirida la ventaja. Sin duda, debe agradecer a Osasuna que le regalase toda la primera mitad. Tampoco es que en la segunda los chicos de Arrasate se sacudiesen la galbana. Al menos, mejoraron su imagen, aunque no lo suficiente para cuestionar el éxito local, certificado con algún margen para eludir indeseados apuros que algunos asistentes temieron, como se desprende de los silbidos de censura que se escucharon en torno a la hora de partido.

Asegurada la victoria y reconocido que el duelo flojeó en exceso, en el balance casi lo único negativo a reseñar fueron las lesiones de Raúl García y Nico Williams, presumiblemente descartados para el próximo fin de semana. Ambos pidieron el cambio antes del descanso y quiso el destino que sus relevos fuesen los encargados de materializar las ansias del colectivo y de una grada con ganas de protagonismo. Berenguer y Villalibre rubricaron los goles que para variar se le negaron a Iñaki Williams, que deberá conformarse en el plano práctico con haber servido el centro que embocó el barbudo. Los escasos chispazos de un Athletic sin gracia corrieron a cargo del hermano mayor y esporádicamente del pequeño; cada cual a su manera explota la potencia de piernas y Osasuna, que permitió muchísimo desde el arranque, anduvo al garete persiguiendo al uno y al otro.

El banquillo visitante agarró un globo curioso a raíz del 1-0, que vino a la salida de un córner precedido de una pausa para la hidratación de los futbolistas. Si ya iba despistado el cuadro navarro, qué decir después del trago de agua. Total, que Berenguer cabeceó en el cogollo del área cual consumado ariete, sin apenas oposición y alivió a una concurrencia que siguió acumulando motivos para lamentar la falta de tino de Iñaki Williams. En especial, cuando en la reanudación Osasuna forzó seis córners en diez minutos y Budimir, en boca de gol, empalmó defectuosamente un regalo de Iñigo Pérez.

Cómo estaría viendo el asunto Marcelino que se atrevió a encarar el tramo definitivo juntando a Petxarroman y Zarraga en la sala de máquinas. Ver para creer. Para entonces, el personal dividía su atención entre el insulso ir y venir que acontecía antes sus ojos y las noticias procedentes de otros estadios. Y mira por dónde que en medio de ese estado expectante casi acaba coreando Erreala! a grito pelado. No, no se llegó a tanto, pero más de dos y de tres se sentirían tentados. ¿Qué cómo se pagó el favor al vecino? Pues, muy fácil, acompañando con sendas ovaciones los tantos de Isak y Zubimendi. Voltereta en La Cerámica y a modo de colofón, muy cerca del pitido final, va En Nesyri e iguala en el Metropolitano, lo que le asegura al Sevilla la plaza de Champions o, dicho más claro, libera al conjunto de Lopetegui de cualquier obligación el domingo, cuando los rojiblancos les rindan visita.

Del efímero estreno de Ander Capa, pues nada, igual que el de Iñigo Vicente doce meses atrás en Elche. Hubo ovación para un jugador que no lo ha pasado bien, pero ¿qué sentido y qué valor tiene el gesto? l