ESTOS días nos toca a todos hablar de cambio climático. Y hay a quienes les da por banalizar cosas que son muy serias. Así leo un artículo que afirma que “el cambio climático está de moda”. De la misma forma, imagino, que ahora se llevan los pantalones slouchy (son cosas que se aprenden cuando uno convive con una hija adolescente) y dentro de dos temporadas se llevará otra cosa igual de arbitraria y caprichosa. Y a su propia experiencia nos remite el autor del citado artículo para mostrar el inexorable y azaroso cambio de estas modas: “yo, que he vivido la moda del agujero en la capa de ozono (¿alguien sabe qué pasó con el agujero y, mayormente, con el ozono?), debo reconocer que duermo muy tranquilo por las noches”. Como gracieta tampoco es tan original, de hecho no es la primera vez que oigo o leo que esto del cambio climático es como lo de la emergencia del agujero de la capa de ozono que, según parece, surgió de la nada, alarmó gratuitamente un par de temporadas (coincidiendo con la no menos alarmante moda de las hombreras) y por arte de magia desapareció de la agenda sin dejar rastro. En algo estoy de acuerdo: debemos recordar el caso del agujero de la capa de ozono. Pero yo leo aquí justo lo contrario que quienes creen que son modas que vienen y se van. “¿Alguien sabe qué pasó con el agujero y , mayormente, con el ozono?” se pregunta el articulista como queriendo dar a entender que nadie lo sabe. Pero sí se puede saber: basta con interesarse un poco. La pérdida de la capa de ozono y el famoso agujero son reales y tienen efectos muy graves. Por eso su descubrimiento en los años 70 y su confirmación en los 80 del pasado siglo despertó tan justificadas alarmas. Gracias a ese conocimiento científico y a esa alarma social se tomaron medidas en la ONU, como el Protocolo de Montreal, que prohibió la producción y emisión de los CFC causante de ese deterioro, y puso fechas concretas y medios. Como resultado de esas medidas la emisión de esos productos se eliminó permitiendo que su concentración se vaya poco a poco reduciendo, lo que ha llevado a que la situación empezara a revertir y la capa de ozono se vaya poco a poco regenerando. Se espera que en 40 años la capa de ozono se haya recuperado por completo.

No estamos ante una graciosa historia de una moda que vino y se fue, sino de un problema que alarmó con motivos y que la comunidad internacional fue capaz de revertir reaccionando con conocimiento científico, medios materiales, apoyo social y voluntad política. Sí, por favor, hablemos del caso de la capa de ozono, pero no para hacer chistes con lo que ignoramos, sino para aprender de un ejemplo que nos da pistas para un problema aún más complejo, como es el cambio climático: este problema como aquél solo se puede afrontar sumando conocimiento científico, medios materiales, apoyo social y voluntad política.

El científico mexicano Mario Molina fue uno de los descubridores del agujero de la capa de ozono. Ganó el Premio Nobel por ello. Acaba de decir en una reciente entrevista: “La capa de ozono es un ejemplo importantísimo de un problema global que se pudo resolver con éxito”. Pero sin duda cualquier graciosete que no sepa nada del tema será más leído que este hombre que tiene algo que al parecer supone una rémora para el éxito en redes: sabe de lo que habla.