N otros tiempos hablaríamos de la típica del Athletic, un clásico, ahora no. En esta última temporada es verdad que ha habido partidos malos, no muchos, pero dentro de un orden. Algo por cierto que es normal en todos los equipos pero si algo tiene el equipo de Marcelino en los últimos meses es la regularidad en el rendimiento. El domingo ante el Celta todo se fue al traste de un porrazo. Ni tensión, ni agresividad, ni orden, ni concierto. Parecía que les habían hecho una limpieza de disco a todos y cada uno de los que comparecieron sobre el césped, solo se libra Raúl, que en los minutos que actuó, al menos entendió lo que hay que hacer en estos casos.

El desastre fue colectivo y nos retrotrajo a tiempos no muy lejanos donde el equipo desesperaba por inacción y sobre todo por mover el balón todo el rato para atrás y nada hacia delante, vamos, nada de nada. El ejercicio de impotencia grupal nos alertó una vez más de la necesidad de jugar siempre a un alto ritmo y con todos los sentidos. Si el Athletic no hace esto, las miserias aparecen por todas partes del campo. Jugar de tú a tú a los rivales solo lo puedes hacer corriendo más, luchando más y por supuesto manejando el balón con verticalidad. Cuando esto no sucede estás a expensas de los rivales. En todos los equipos hay futbolistas de nivel que con el balón en los pies tienen argumentos de sobra para hacerte el partido muy complicado.

No ganar un duelo o no llegar en anticipación a una pelota es algo que debería estar prohibido pero por la pinta a alguno se le olvida. Existe otra teoría que es la de que muchos partidos a máxima intensidad se atragantan a físicos castigados que por aquello de no gozar de tanta calidad tiran de gasolina en exceso y ahí los problemas aumentan. La calidad del jugador no es solo un buen manejo de balón o una determinada visón del fútbol. Un futbolista es grande porque además de todo esto, físicamente es un crack.

El domingo se intentó de todo desde el banquillo pero nada salió. Desde el comienzo pudimos comprobar que algunos no estaban bien físicamente y que otros mentalmente tampoco andaban finos. El contagio fue global y hasta el portero entró en la psicosis general. Hacía mucho tiempo que no veía un partido del Athletic en el que le dominaran con tanta facilidad. Fue un ejercicio de incapacidad impropio de un colectivo que no acostumbra a hacer partidos tan malos. Para mí es el peor partido de la temporada de largo.

El problema no tiene fácil solución y me da la sensación que esto no se tiene claro. Es más, hay quien cree que esto se arregla convocando elecciones pronto. Madre de Dios. Hace poco le dije a un amigo que va a ir en una plancha que a ver si sabía dónde se metía. Esto se está poniendo cada vez más complicado y no es el FIFA de la PlayStation. Hay poco donde elegir y estás a expensas de que te salga una buena camada. Por cierto, ya pueden venir los de la NASA a Lezama, que por mucha tecnología que pongas, esto es fútbol. Lo he escrito muchas veces, antes de las elecciones igual hay que explicar dónde se sitúa en el panorama actual deportivamente al Athletic. Digo esto, porque a veces competir con nuestras armas, es un auténtico milagro.