diktak

Medio tumbada en mi hamaca de verano escucho/veo y releo que aquí en lo que va de año ya han asesinado a 31 mujeres por el mero hecho de serlo; algunos de estos asesinos, exmaridos o exparejas en su mayoría, después se han suicidado y me pregunto porqué no lo harán al revés, que primero se suiciden y después lo que sea. Al mismo tiempo, me impactan las noticias del avance talibán en Afganistán y me entra la calorina sulfurosa en todo el cuerpo y no solo por los 34ºC a la sombra que marca el termómetro en erección constante esta pasada semana. Cuando se tienen más años vividos de los que se quisieran, resulta inevitable tener en el baúl del recuerdo una colección completa de situaciones que se repiten como las fotos de los álbumes familiares y, como éstos, cada vez con color más sepia. Hace unas décadas, los soviéticos salieron corriendo del país con el rabo entre piernas pese a su poderío militar porque los norteamericanos prestaron armamento y logística a los talibán. Tiempo después, tras desalojar a éstos del poder colocando en él a gobiernos títeres y corruptos, solo la presencia de tropas americanas y europeas occidentales ha permitido que el país no fuera un estado fallido. La salida de esta tropa ha desencadenado la hecatombe. Ya nos está llegando noticia de los coletazos de los nuevos amos entre la población civil que defendía al anterior gobierno y auxiliaba a los americanos; nada nuevo en una guerra; pero aun siendo muy crueles estas razzias vengativas, pasarán; lo que no pasará tan pronto será el nuevo status en el que aherrojarán a niñas y mujeres, botín de guerra y condenadas a vivir de nuevo en el medioevo. Porque dudo que puedan volver a las aulas y que puedan tener vida social, económica y profesional personal sin tutela marital, además de probablemente volver a ser mera mercancía en los casamientos concertados; por supuesto, su salud no será prioritaria y la visión de su cara será privativa. El velo del retorno al Afganistán del agujero negro.

Afganistán está muy lejos, pero a veces solo hay un pasito de distancia entre ellas y nosotras. Me refiero a nosotras, así en femenino, porque si en las guerras casi nadie gana, son siempre las mujeres las que más pierden. Y en este país asiático las mujeres pueden empezar a perder lo poco avanzado en estos últimos años. Lo más triste para nosotras es que para quienes allá fueron en algún momento, rusos, americanos o sus acólitos, la situación de la mujer no era primordial frente al hipnótico atractivo de sus recursos materiales a conseguir.

Quizá pensamos que lo conseguido no tenía retroceso y que el retorno del velo forzoso era cosa del pasado, pero al parecer puede ser también del futuro. Así que por aquí cabría recordar que cuando veas las barbas de tu vecino pelar, pues eso, echa las tuyas a remojar, porque siempre hay un talibán en el armario dispuesto a salir con ganas de echarte un velo integral o ponerte las manos en el cuello para que seas la víctima número 32.

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